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LA COMUNIDAD

Considero que expreso una apreciación compartida por todos al afirmar que la tónica del año en nuestra Unidad fue el incremento de la actividad académica en medio de un clima de mayor confianza, mejor comunicación y más participación. Mejoró, en general, la relación de la comunidad entre sí. Me refiero a estudiantes, docentes, personal administrativo, órganos colectivos e individuales, instancias de apoyo, representación sindical, grupos y comisiones de trabajo, áreas y departamentos.

Si somos conscientes que en el contexto nacional la situación fue aproximadamente la misma que en años anteriores – o tal vez peor debido a la agudización de la crisis económica, a la carencia de recursos y, sobre todo, a sus efectos en el salario, que la comunidad universitaria consiguiera un ambiente de trabajo, confianza y participación, no es de ninguna manera un logro menor. Se explica por su sentido de responsabilidad, su conciencia e interés en defender su espacio de trabajo.

A lo largo del año contamos con la presencia de visitantes distinguidos de universidades europeas, asiáticas y de una universidad africana; de América Latina, los Estados Unidos y Canadá. Estuvieron en la Universidad personalidades nacionales de primer nivel en los ámbito político, educativo, cultural y económico, además de insustituible participación de nuestros propios profesores en seminarios y todo tipo de reuniones de intercambio. Hubo igualmente, varios eventos organizados por los estudiantes.

Es posible ejemplificar: En enero, el doctor René Loureau, profesor de la Universidad de París, impartió un curso de Introducción al Análisis Institucional; en febrero, Valentín Campa intervino en una mesa redonda sobre la Crisis del Sindicato Petrolero y el futuro de PEMEX; en marzo un grupo de docentes impartió un taller de investigación y proyectos en el área agropecuaria en asesoría a la Universidad Autónoma de Morelos; en abril, al foro de II Semana Agronómica como al II Seminario de las profesiones, asistieron académicos de las universidades Nacional Autónoma de México, Pedagógica, Veracruzana, así como de los Estados de México, Puebla, Querétaro y de la UAJM-Iztapalapa.

En mayo, al seminario Sindicato – Estado, asistieron expertos en relaciones laborales de colegios e instituciones de educación superior y funcionarios públicos, voceros de las mayores cúpulas y cámaras de la industria y el comercio, así como de sindicatos nacionales y partidos políticos.

En mayo y junio, profesionales de nueve países estuvieron aquí en el IV encuentro de arquitectura latinoamericana; en junio, el seminario sobre la Posmodernidad co-organizado con la Universidad Autónoma de Querétaro reunió a una treintena de docentes, filósofos y artistas cuyas reflexiones sobre el tema marcaron un hito; en julio, partidos políticos, organizaciones metropolitanas de colonos, académicos, funcionarios del DDF, escritores y urbanistas dialogaron en el coloquio Democracia y desarrollo en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

En septiembre, alrededor de 40 especialistas de Psicología y Psicoanálisis participaron en el coloquio Freíd a 50 años de su muerte; en octubre dio principio el III Congreso Anual de Investigación de la Unidad y en noviembre, el seminario internacional sobre La modernización de México reunió a académicos de Londres, Los A ngeles, Nueva Cork, París y Washington, así como del INAH, la UNAM y la UAM-A.

Invito a la comunidad a ver en los anexos del Informe el que hace relación de las actividades académicas extracurriculares realizadas durantes 1989. Simplemente con observar la variedad de cursos, seminarios, conferencias y mesas redondas; programas de superación académica y presentaciones durante una semana o una quincena, así como el alto nivel de los participantes, se obtienen una muestra de la complejidad académica y de la actualidad de la vida universitaria.

Un gran número de actividades fue hecho en colaboración o copatrocionio con otras instituciones, tanto académicas como gubernamentales con grupos sociales e inclusive, organizaciones políticas, lo cual da una idea de la riqueza del conocimiento que construye la Universidad.

Foros como los que hemos tenido con los ejidatarios y autoridades de Xochimilco o con la Conamup, gente que normalmente discute sus asuntos en otros espacios y cuya experiencia procede de un ámbito distinto, son oportunidades donde la opinión y el diálogo suponen un enriquecimiento mutuo entre la academia y la sociedad civil.

L a UAM-Xochimilco abre así la posibilidad de que la discusión académica sea una oportunidad de análisis de opciones, de diversos enfoques a problemas importantes que normalmente, sobre todo cuando los interlocutores suelen tener una relación difícil y conflictiva. La Universidad propicia la exposición y análisis de hechos y argumentos y los participantes reconocen el valor que implica expresarse en un espacio académico. Esto forma parte de nuestra manera de entender la función universitaria.

Es evidente que esta riqueza no se puede circunscribir a los programas curriculares de docencia y a los proyectos de investigación registrados en las Divisiones, por importantes que éstos sean. Además, la Universidad lleva a efecto esta actividad extracurricular mucho más ágil, fresca e inmediata, como forma habitual de dar respuesta a inquietudes emergentes o de atender problemas prioritarios, pero también de captar el pensamiento de quien está en la vanguardia de cierto campo o de aprovechar la presencia de especialistas extranjeros.

Que esta dimensión de la UAM-Xochimilco se realice con tal profusión significa que sus académicos están al día en cada temática abordada, que en las áreas y departamentos hay una inquietud alerta en busca de explicaciones sobre el acontecer actual y una capacidad de convocatoria fundada en la calidad, el prestigio y la seriedad institucional. De esa manera se explica la presencia de gente tan diversa. Si no hubiera el respeto ganado por nuestro recinto académico no podríamos contar con esta contraparte para actividades tan importantes.

Estas actividades reflejan la proyección creciente de la Universidad en el ámbito nacional. No podemos, por lo tanto, limitarnos a contar su número; es preciso verlas como otro indicador de desarrollo de la Institución.

Finalmente, esta universidad paralela, abierta y variada, surte un efecto positivo en las actividades regulares, más estructuradas, permanentes y sistemáticas. La programación extracurricular es una especie de contrapunto que enriquece el desarrollo de los módulos o permite a los profesores-investigadores confrontar sus ideas con gente del exterior.

La aspiración por que nuestra Unidad cuente con un Plan de Desarrollo poco a poco ha trascendido la condición de un mero señalamiento programático e institucional para convertirse en genuina pretensión comunitaria.

El Consejo Académico 1987-1989 que terminó sus funciones el 24 de Abril, durante los primeros meses de 1989 continuó el esfuerzo iniciado el año anterior por establecer un proceso de planeación en la Unidad.

La Comisión correspondiente trabajó hasta el último día de su mandato. Puso los cimientos para hacer el Plan y dejó el proceso en marcha. Cuando las primeras metas de este esfuerzo sen patentes, quienes integraron a ese Consejo obtendrán, en la satisfacción de ver sus resultado, un reconocimiento a su trabajo mayor al que puedo consignar en esta página.

El 19 de junio el Consejo Académico 1989-1991 renovó varias comisiones que debían continuar la tarea para cumplir metas pendientes, y de entre esas metas, tomó el relevo de la más significativa: la elaboración del Plan de la Unidad.

Se integró una Comisión del nuevo Consejo Académico con el fin de revisar lo realizado y proponer un programa consecuente. Esta Comisión no sólo ha aportado su propio trabajo; consiguió socializar la preocupación después que cobró conciencia del enorme esfuerzo que implica sumar y concertar voluntades.

Desde un principio fue evidente que era muy difícil proceder mediante un método de planificación ortodoxa si pretendíamos orientar el desarrollo de la actividad universitaria y no meramente contar con un documento llamado Plan que consignara una serie de intenciones, aunque no constituyera realmente la pauta para la vida universitaria.

Para comprometer programas con tiempos y costos había que hacer un ejercicio serio que implicara la participación de la comunidad. Entonces quedó claro que sólo alcanzaríamos una etapa de esa naturaleza si partíamos de una base identificable y consensual.

El Consejo Académico aceptó y aprobó la propuesta de la Comisión que consistió en enfocar el esfuerzo, en primera instancia, a integrar un documento conceptual, de lineamientos básicos para el desarrollo de la Unidad, un texto que definiera los criterios fundamentales de lo que hemos dado en llamar el Modelo Xochimilco.

La intención fue, para decirlo en términos llanos, elaborar un equivalente al Documento Xochimilco, pero con dos cualidades adicionales al planteamiento original:

La primera implica conceptuar un modelo de Universidad, definir criterios y políticas y, además, incorporar la experiencia acumulada a lo largo de quince años, algo de lo que carecíamos cuando adoptamos el Documento Xochimilco.

La segunda cualidad consiste en conferir al nuevo documento un carácter normativo, para que sea un lineamiento sancionado por el Consejo Académico de la Unidad, y en esta medida defina de una vez por todos los criterios básicos para el desarrollo de nuestra alternativa académica.

Este cometido se ha desarrollado sin interrupción. En 1989 la Comisión trabajó intensamente. A pesar de su brevedad, lo complejo del texto ha dificultado el avance. La polémica que suele generar un asunto de esta índole impide mayor avance y rapidez, pero puedo afirmar que el progreso del documento fue sustancial y que hay una alta probabilidad de que el Consejo Académico lo reciba durante el primer semestre de 1990.

Si concluimos a tiempo estaremos en aptitud de definir las siguientes etapas de desarrollo de la Unidad. Será un planteamiento básico que arrojará luz sobre la orientación futura y el énfasis que corresponde a la organización misma de la investigación y la docencia; facilitará la mediación de los requerimientos de apoyo administrativo-operativo para conducir y realizar funciones universitarias; atenuará tanto la polarización como la excesiva dispersión con que solemos concebir nuestro modelo universitario y en consecuencia, mejoraremos el aprovechamiento de nuestros recursos. Operaremos con mayor eficiencia y ganaremos concreción y claridad en la conducción general de la Universidad.

En 15 años la Unidad le ha faltado esta especia de brújula. Como documento se antoja elemental, pero su ausencia ha causado lo mismo discusiones vehementes que apatía, o ha ocasionado pasos poco estructurados y erráticos.

Uno de los acontecimientos más relevantes del año fue la celebración del XV Aniversario de la UAM. Esta fecha, que la Universidad en su conjunto conmemoró con una amplia gama de actividades, entre la comunidad xochimilca motivó un proceso de reflexión y evaluación que tuvo múltiples manifestaciones.

Publicamos ensayos, crónicas y versiones metafóricas del acontecer de tres lustros. Tuvimos ocasión de referirnos al origen de la Universidad, al ideal que inspiró su fundación y a los objetivos cardinales; a la tarea realizada y a la satisfacción legítima, pero parcial, que nos ha producido.

Los logros más recientes, en un plano cualitativo, consistieron en superar el desánimo y la confusión que gravitaron sobre la comunidad; en restablecer un clima de confianza y mantener un ritmo de trabajo cuyo vuelo es preciso aprovechar para normar muestra concepción de desarrollo académico.

El XV Aniversario fue también ocasión para inventariar nuestros pendientes, lo que no funcionó como queríamos, lo inconcluso y lo mal planteado. Al respecto concluimos que en el presente debemos enfrentar estos rezagos para que en el futuro tengamos rumbo correcto y propósitos claros.

Una vez que el compromiso con el Modelo Xochimilco deje de ser un asunto subjetivo y se convierta en norma, estaremos en condición de impedir que la inercia nos marque el rumbo y seamos nosotros quienes definamos la estrategia de desarrollo, con una orientación que cifre las aspiraciones sociales del país y las académicas de los universitarios.

Así podremos definir, según lo apunté entonces, la proporción entre las divisiones, el número y el tamaño de las carreras, su orientación y su currícula; determinaremos igualmente una clara normatividad en torno al Tronco Interdivisional para que opere como el modelo exige.

La revisión de las áreas departamentales de investigación, aunque con avances significativos en los consejos divisionales, sigue pendiente en el Consejo Académico. Reitero la importancia que tienen el establecimiento de prioridades en la investigación; temas que impactan y orientan al resto de la actividad universitaria. Necesitamos, además, institucionalizar los programas académicos que desde hace quince años funcionan sin carácter obligatorio para conducir la docencia por falta de una sanción formal; la Comisión correspondiente del Consejo Académico revisa ya los primeros programas.

Requerimos disponer cuanto antes de los mecanismos de evaluación y la estrategia operativa de cada programa, instrumentos básicos para la docencia. Es preciso garantizar que todos los planes aprobados estén en operación, para que no los tengamos sancionados pero inactivos. A la fecha, el programa de la Maestría en Administración del Trabajo, único programa en estas circunstancias, con la aprobación del Consejo Académico fue redefinido como Maestría en Desarrollo Tecnológico y enviado al Colegio Académico.

En aquel recuento dije que el papel del postgrado deberá diseñarse en relación a nuestra capacidad de impartirlo y a nuestra intención de incidir en el aspecto cualitativo de la demanda de educación superior, multiplicando la experiencia y la concepción universitaria de Xochimilco conforme sus postgraduados se desempeñen en la estructura académica nacional, renueven la investigación e incidan en nuevas prácticas productivas.

Nos falta definir los modelos de servicio. Sabemos que la Universidad es compleja, que las áreas del conocimiento están regidas por muy diversas formaciones y orientaciones y que forzosamente se requieren diversos modelos.

Observé también que el servicio es un elemento indispensable del modelo académico en función del contacto que ofrece con la realidad y de la relación directa, objetiva, con la sociedad, con la gente y sus problemas. No podemos estar conformes con que haya carreras que transcurran sin ninguna relación con el mundo exterior, en una especie de invernadero universitario, sin compromiso ni contacto social.

Propuse que definamos a partir de conceptos claros y de un marco teórico congruente con el Modelo Xochimilco la función de preservación y difusión de la cultura que inspira los programas de extensión universitaria, como una forma indispensable de sustentar nuestro cumplimiento cotidiano con diversas formas de extensión, pero sobre todo, como medio de aspirar a nuevas formas de contacto de la Universidad con la sociedad, a una mejor fórmula para la transmisión amplia del conocimiento universitario.

Entre los asuntos graves que es preciso encarar en el seno del Consejo Académico, reitero la necesidad de corregir las desviaciones que he percibido en la marcha de la Unidad.

Una es el abandono del esquema departamental en la Unidad Xochimilco. No debemos ignorar por más tiempo la identificación de ciertas carreras con ciertos departamentos bajo la ficción de una supuesta matriz la cual los distintos departamentos aportan información, conocimientos y apoyo para los programas de varias carreras.

Esta ficción desvirtúa y erosiona de lo más valioso de nuestro modelo de Universidad, empobrece la docencia y resta tiempo y posibilidades a los departamentos para orientar su mayor esfuerzo a consolidar la investigación.

Otra es la ausencia práctica de verdaderos planteamientos de trabajo interdiscipinario. El año anterior afirme que todo aquello que aspira a la interdisciplinariedad y lleva, por tanto, el prefijo inter. – los programas interáreas, Inter.-departamentos, interdivisiones e inclusive, Inter.-unidades- son investigaciones cuya complejidad requiere espacios y participación de muy diversas formaciones y puntos de vista; programas interdisiciplinarios de amplitud e impacto nacional. Tales requerimientos, para los que resultan esenciales la actividad inmediata y la apertura, naufragan en el sistema de compartimentos estancos en que hemos convertido a la Universidad, los cuales impiden el clima adecuado, el apoyo, los recursos y los mecanismos de coordinación que proyecten y cumplan objetivos ambiciosos.

El 1ª de diciembre asumió la Rectoría General de nuestra Universidad el doctor Gustavo Chapela Castañares.

El doctor Chapela, cuya rectoría abarcará el período de 1989-1993, eligió la sala de Consejo Académico de nuestra Unidad como escenario para la ceremonia de toma de posesión.

Reconocemos en este gesto una deferencia hacia la Unidad y una intención de hacer explícito el interés por apoyar la gestión de la Rectoría General en las unidades, de acercar más las decisiones hacia las instancias operativas de la Universidad.

De esta manera correspondió a Xochimilco, por primera vez en quince años, congregar al mayor número de rectores y expectores de nuestra Casa de Estudios, y a un significativo grupo de representantes de instituciones de educación superior del país y de autoridades, invitados al acto. La toma de posesión del Rector General culminó la serie de cambios de órganos colectivos e individuales que se efectuaron en la Unidad en el curso del año.

Al término de los respectivos procesos electorales, la comunidad eligió nuevos representantes ante el Consejo Académico 1989-1991 y a tres jefes de departamento, uno en cada División. Gonzalo Becerra en Síntesis Creativa, Hilda Rosario Dávila Ibáñez en Producción Económica y Norberto Manjares Alvarez en Sistemas Biológicos, quienes asumieron su cargo en el mes de octubre.

Se levó a efecto también la designación de nuevos coordinadores académicos. Ricardo Cuellar, de maestría en Salud en el Trabajo; Jorge García Reyna, de la carrera de Nutrición, Mario Mandujano, de Rehabilitación Neurológica; Graciela Rahman, de Psicología; Horacio Sánchez de Arquitectura y Guillermo Villaseñor, de Sociología.

El Consejo Académico 1987-1989 cumplió un ciclo de trabajo serio y fructífero que tuvo el mérito de superar un principio difícil, donde se perdía la posibilidad de diálogo. Es preciso reconocer el contraste con el clima posterior, abierto, de colaboración y discusión constructiva; cambio que en un plazo de dos años fue notorio.

El nuevo Consejo superó en breve tiempo la fase de integración y tomó el relevo de la agenda que concierne este órgano colegiado prácticamente sin disminuir el ritmo. En suma, el Consejo Académico efectuó 8 sesiones en el año, cumplidas en 15 reuniones, en las cuales tomó 112 acuerdos. El promedio es de 14 acuerdos por sesión. Intergró once comisiones cuyo ritmo e intensidad de trabajo produjo 29 reuniones. La Comisión más activa fue encargada de estructurar el Plan de Desarrollo de la Unidad, que efectuó ocho reuniones. Con una reunión menos, le siguió en frecuencia la Comisión revisora de planes y programas de Ciencias Sociales y Humanidades.

Estos son, en la práctica cotidiana de nuestra Unidad, importantes espacios que han incrementado el diálogo y el clima de entendimiento.

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