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ASPECTOS LABORALES

Como toda Institución viva, la UAM enfrentó problemas en estos cuatro años. Los más, derivados de las revisiones del contrato colectivo y demandas de aumento salarial, tan frecuentes y necesarias en una época de inflación. En efecto, en este período se recibieron nueve emplazamientos a huelga, de los cuales tres se llegaron a concretar, la primera por diez días, la segunda de doce y la tercera de 31. En todos los casos se procuró conseguir el máximo de recursos posibles para hacer frente a las demandas del personal con anterioridad al estallamiento de la huelga.

Sólo en una ocasión se consiguió un incremento adicional en el período de paro de labores, lo que demuestra que el suspender las labores no representa ninguna garantía de modificación a lo que oportunamente se ofrece y sí en cambio entorpecer el cumplimiento de las labores de la Universidad.

Como es ya tradición, el calendario escolar se tuvo que modificar para ofrecer a los estudiantes un trimestre completo, de acuerdo con el reglamento de estudios superiores a nivel de licenciatura, y no afectarlos en su preparación.

Otro conflicto universitario que involucró a buen parte de la comunidad universitaria y que ocupó varias sesiones del Colegio Académico fue la venta del Rancho Santa Elena. Como se recordará la falta de uso de ese espacio en programas académicos, los conflictos con campesinos de la zona, la eventualidad de que el problema pudiera llevar a un buen enfrentamiento fuerte entre los distintos grupos, motivaron la decisión que se tomó. En este momento, la Universidad tiene un fondo especial destinado a la adquisición de un nuevo espacio, pero ha estado a la espera de que los Consejos Divisionales de Ciencias Biológicas y de la Salud definan las características que deben tener dichos espacios para funcionar adecuadamente. Parece que el paso del tiempo ha demostrado la fortaleza de la Institución para salir airosa en situaciones difíciles.

En diversas ocasiones pequeños grupos de estudiantes, no representativos de los intereses de los alumnos, entorpecieron y pararon algunas áreas de las Unidades, sobre todo las rectorías de las Unidades de Azcapotzalco e Iztapalapa, como una medida de presión para que se les resolvieran los asuntos que desde su particular punto de vista constituían un problema. La Universidad nunca aceptó esos chantajes y los problemas se fueron resolviendo, cuando los hubo, por los caminos establecidos en nuestra legislación. En algunos casos, los propios estudiantes fueron los que se encargaron de desacreditar a esos grupos, sin que para ello haya intervenido la Universidad.

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