<Página anterior - Indice - Página siguiente>

II. La UAM dentro del contexto nacional y mundial

Desde una perspectiva general, nuestro país atraviesa por un periodo de contracción económica que ha impactado el presupuesto asignado a la educación pública superior y a las instituciones gubernamentales dedicadas al financiamiento de proyectos de investigación científica y tecnológica en México.

Esto, desde luego, define ciertos límites: pero también obliga a la comunidad académica de la UAM, desde una perspectiva particular, a examinar las formas que pueden contribuir a garantizar la continuidad y el fortalecimiento de nuestros esfuerzos institucionales.

La Universidad Autónoma Metropolitana, desde su fundación, hace ya más de un cuarto de siglo, ha desarrollado un proyecto académico que sin interrupción se ha venido consolidando y ampliado. Lograr su plenitud y perfección es tarea cotidiana y permanente de la comunidad universitaria.

Nuestra Casa de Estudios es hoy una opción real para los jóvenes del país. La sociedad reconoce a la UAM como una institución dedicada a la formación de los profesionales e investigadores que México necesita, y a la generación de conocimiento científico significativo para la comprensión y solución de los grandes problemas nacionales.

En la actualidad, la UAM cuenta con una sólida plataforma académica que nos brinda seguridad y confianza en el logro de los objetivos que como Universidad se ha planteado. Sin duda el trabajo cotidiano de todos los miembros de la comunidad constituye nuestra mayor riqueza.

Merece la pena tenerlo presente porque situaciones de astringencia económica se han sucedido en nuestro país con una periodicidad cíclica y la UAM, a pesar de ello, ha logrado superar con amplitud las condiciones adversas impuestas por el entorno nacional e internacional.

De ninguna manera ha sido anulada su capacidad de reacción, su imaginación y firmeza en la superación de dichas situaciones, y esto es importante subrayarlo. La Universidad ha sabido enfocar sus esfuerzos en la consolidación de su fuerza académica, haciendo más eficiente el uso de los recursos, equilibrando los gastos de manera racional con el fin de garantizar el cumplimiento riguroso del conjunto de nuestras tareas sustantivas, construyendo alternativas en el diseño y la instrumentación de políticas orientadas hacia el fortalecimiento de licenciaturas y posgrados, así como de los cuerpos de investigación en cada una de nuestras tres unidades. Esto ha sido siempre un logro del espíritu comunitario que distingue a nuestra Universidad.

La comunidad académica, a través de sus órganos colegiados y personales, ha desarrollado una capacidad efectiva para superar, con inteligencia y responsabilidad, los retos que se le plantean.

En mi discurso de toma de posesión como Rector General de la UAM, expresé mi convicción de que la educación es un factor que contribuye al desarrollo nacional, en lo cultural, lo político y lo económico. Resulta evidente que una sociedad que desea construir una democracia sólida debe mantener una Educación Superior vigorosa. Se trata de formar ciudadanos convencidos de los valores, las normas y las actitudes esenciales para la vida cívica, capaces, por tanto, de comprender y participar en los asuntos públicos. Una educación que dote al ciudadano de las herramientas para participar en el escenario social, capaz de generar las habilidades y destrezas necesarias para interpretar y elaborar explicaciones fundadas sobre el acontecer colectivo; sometiendo sus opiniones y puntos de vista a la discusión racional y el debate crítico, ejerciendo las libertades de pensamiento y expresión.

Además, una sociedad que pretende construir una economía fuerte requiere de un sólido sistema de Educación Superior. Esto es, que verdaderamente se encuentre en condiciones competitivas en los mercados mundiales, que disminuya su vulnerabilidad ante factores externos, con una distribución del ingreso que elimine progresivamente la reproducción de las desigualdades existentes. La UAM, en la construcción de ese sistema de Educación Superior que requiere México, debe seguir ocupando un lugar destacado.

Las instituciones de Educación Superior dotan a la sociedad de los elementos necesarios que permiten aumentar los niveles generales de cultura y civilidad que exige la vida democrática contemporánea. Las humanidades que se cultivan en las universidades profundizan y amplían el conocimiento de las diversas naciones y culturas, aumentando la capacidad para comprender el mundo contemporáneo. La ciencia y la tecnología que se cultiva en las universidades tienen un valor específico como factor de desarrollo económico y bienestar social.

La estrecha relación entre los avances tecnológicos y la transformación de los procesos productivos supone una alta formación de profesionales y de investigadores, capaces de dar respuestas a las exigencias de su tiempo. La UAM, insisto, tiene en ello un empeño de la mayor relevancia.

Atender las necesidades de la sociedad contemporánea nos exige recapacitar en el papel que han tenido las universidades modernas en las últimas décadas.

La ciencia objeto de enseñanza, en virtud de su especialización, profesionalización y división del trabajo, ha desarrollado una intensa fragmentación manifestada en el funcionamiento de las universidades como instituciones generadoras de conocimiento. La solución de este problema, consistente en mantener la unidad sin perjuicio de la diversidad es ejemplar en el caso de la UAM debido a la inteligencia con que fue elaborado su diseño institucional, así como por el cabal cumplimiento del régimen jurídico de facultades expresas que le es propio.

Cuando se habla de una comunidad académica imaginamos una suma de individuos (estudiantes, profesores, investigadores) vinculados a una red de ciencias y disciplinas, válidas a partir de sus propios principios epistémicos, y que observan las reglas del quehacer científico. Esta forma de organización del trabajo intelectual resulta ser factor de cohesión y vinculación. Es frecuente, empero, que la universidad moderna semeje una especie de Torre de Babel, no tanto por la imagen de confusión que sugiere la metáfora, sino dada la ausencia de puentes que garanticen una efectiva comunicación entre los saberes.

Los nuevos saberes científicos adoptan e importan parte de su instrumental analítico de otras disciplinas y, en más de un sentido, promueven la comunicación transdisciplinaria o interdisciplinaria.

No obstante, lejos estamos de la integración estructural del saber, como lo sugería la alegoría iluministra del árbol del conocimiento. La universidad moderna en su diversidad fundamental, genera un espacio dialógico esencial a través de las reglas de la vida académica. La honestidad intelectual, la reflexión, las formas descriptivas, explicativas y comprensivas, la discusión y el debate, el aprendizaje continuo, la vocación de compartir y transmitir el conocimiento, producen mecanismos de comunicación estandarizados que son reconocidos como tales por la comunidad académica, resultando garantía de unidad y fortaleza.

En virtud de ese común entendimiento, en la realización de sus actividades sustantivas la UAM debe fortalecer su integración sistemática, si bien reconociéndose como una unidad en la diversidad. Diversidad en los procesos educativos pero unidad en los propósitos y en las reglas básicas de su realización. Diversidad en los medios, pero convergencia en los fines. Éste es un valor central de nuestro patrimonio institucional.

Nuestra dinámica institucional ha identificado principios y propósitos compartidos, proyectos comunes y superiores, por encima de intereses particulares o ajenos a la vida académica. Y esta posibilidad ha existido gracias a que hay mecanismos eficientes para procesar las diferencias en nuestra Institución a partir de la Legislación universitaria.

Las instancias colegiadas han permitido la definición de formas de acción conjunta, la atención de preocupaciones reales y sensibles de la comunidad académica, la discusión abierta y crítica que deriva en la construcción de consensos.

La calidad de nuestros cuerpos académicos, nuestra organización e infraestructura, brindan certidumbre a la UAM. En la medida en que se garantice el desarrollo armónico de las funciones sustantivas, integrando lo individual y lo colectivo, los desafíos que enfrentamos serán superados. Sólo así mantendremos la autonomía universitaria, que nos protege como espacio privilegiado para el aprendizaje y la creación del conocimiento. Gracias a su defensa y ejercicio, la comunidad universitaria cumple con su obligación de servicio a la sociedad.

Resulta indudable que el servicio a la sociedad es nuestra razón de ser. Con objeto de mantener e intensificar nuestro impacto en el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestro país, debemos reflexionar y atender las características particulares de lo definen. Haciendo, para ello, uso de nuestras mejores virtudes universitarias, es decir, con mirada crítica y responsable, con la distancia que la reflexión académica requiere.

Durante el periodo que se informa, México vio cumplirse el primer año de gobierno de un nuevo partido en el Ejecutivo Federal y de una nueva composición de las fuerzas políticas en la representación del Congreso de la Unión. Las expectativas de la sociedad frente al cambio coinciden con una desaceleración de la economía mundial y la entrada de nuestra economía en una fase de tendencia recesiva. Ambos fenómenos merecen la atención de la UAM.

Por un lado dadas las expectativas políticas resulta imprescindible construir nuevas y originales modalidades de relación entre la sociedad, las instituciones y las autoridades públicas, que permitan la creación de espacios para la reflexión objetiva, no partidista, sobre las realidades concretas y específicas que vive México, en consideración a las apremiantes necesidades del país. En ello la Universidad debe cumplir un papel protagónico, como espacio privilegiado para la reflexión y la discusión.

Por otro lado, el ajuste de las expectativas económicas merece también la atención de nuestra Casa de Estudios. La debilidad de nuestra economía, tal como se manifestó durante el 2001, impactó negativamente los pronósticos de crecimiento y desarrollo.

Nos encontramos, pues, en un contexto de fragilidad económica, manifiesta en las dificultades recaudatorias y en una menor captación de flujos de inversión foránea. En este contexto, la UAM deberá fortalecer su proyecto educativo, atrayendo recursos adicionales para el cabal financiamiento de sus proyectos de docencia e investigación, preservación y difusión de la cultura. Creo que esto, en los momentos actuales, no sólo debe estar presente en nuestra memoria institucional, sino también en la reflexión sobre el porvenir de la Universidad.

El marco jurídico de la UAM y la estructura interna que le es propia, representan un activo fundamental de nuestra fortaleza. La desconcentración de funciones en sus tres unidades, el modelo departamental, la organización en áreas académicas que integran la docencia y la investigación, así como la figura del profesor-investigador son elementos distintivos que la institución ha venido fortaleciendo y perfeccionando en su operación cotidiana. Resultan, además, referencia para otras universidades. Creo que este esquema institucional no ha sido suficientemente destacado, y me parece que reconocerlo y mantenerlo explica, en buena medida, el éxito de la UAM. Fortalecerlo será nuestro propósito.

<Página anterior - Indice - Página siguiente>