<Página anterior - Indice - Página siguiente>
III. Las tareas sustantivas
Resulta indiscutible que la enorme fuerza de nuestra Universidad, su vitalidad, entereza, prestigio, viabilidad proviene del desarrollo puntual, cuidadoso, enérgico de nuestras tres tareas sustantivas. La UAM es, hay que insistirlo, una Universidad y serlo implica una serie de compromisos con la sociedad ineludibles. Se trata de un territorio consagrado a la realización de tres actividades, que sumadas e integradas, apuntalan y permiten el cultivo del saber, del conocimiento. El conocimiento es una producción del ser humano. En su encuentro con el mundo, en el establecimiento de relaciones sociales, aparecen una serie infinita de experiencias que no tienen cabida en nuestros horizontes de comprensión. La vida cotidiana, contingente, impredecible, nos ha exigido buscar formas y procedimientos que nos permitan reducir la complejidad, trazar un horizonte de expectativas probable, por no decir controlable, que garantice un crecimiento generalizado de la sociedad en su conjunto.
La Universidad moderna se ha convertido en el espacio en donde la sociedad ha cristalizado y fincado esta práctica de producir y generar conocimientos, donde ha definido las reglas de operación, sus alcances, sus procedimientos de trabajo, incluso en donde pone a revisión crítica constantemente el saber precedente y los procedimientos que nos llevan a su construcción, siempre inacabada. La Universidad, sin embargo, no puede realizar esta función si no divide, fragmenta y ordena sus operaciones. Debe garantizar el cultivo del saber a través de instancias diferenciadas, aunque no por ello desvinculadas.