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II. La UAM, una Casa abierta a la sociedad

El año de 2004 fue significativo para la UAM. El trigésimo aniversario de su fundación se volvió detonante para reflexionar, analizar y evaluar; impulso para refrendar compromisos y para repensar el lugar que la UAM debe y quiere ocupar en el desarrollo de nuestra sociedad. Por el impacto de este espíritu ha sido necesario sumergirnos en la tradición histórica que nos constituye; recuperar las exigencias y deberes de la Institución universitaria en la cultura de Occidente, las marcas derivadas de la Institución universitaria en México y las huellas de una tradición más íntima - la de nuestra Casa Abierta al Tiempo - formada en tres décadas vertiginosas de la historia de México en las cuales, con enorme esfuerzo y entusiasmo se ha consolidado, de manera certera, nuestro proyecto institucional.

Estos tres aspectos de nuestra tradición confluyen en la convicción de que no existe ninguna institución en la sociedad contemporánea a la que se le pueda transferir la misión de la Universidad; especialmente la Universidad Pública es insustituible, indispensable. No sólo por los conocimientos que en ella se producen y transmiten, sino porque se ha constituido como un espacio central para garantizar la movilidad económica, social y cultural necesaria para apuntalar la construcción de una sociedad crítica, reflexiva y comprometida con su entorno.

El conjunto de actividades que durante el 2004 se realizaron en el marco del festejo de los treinta años de fundación de nuestra Institución, ha permitido pensar y evaluar las condiciones históricas concretas, no ideales ni fantásticas, sino específicas y decisivas, que han definido nuestro curso histórico; las dificultades han sido enormes, pero a treinta años de su nacimiento, la UAM ha sido y es una Institución de vanguardia dentro del sistema de educación superior. Lo es por su organización, centrada en la figura del profesor investigador con alta habilitación y también en la organización departamental en áreas académicas que integran la docencia y la investigación; por la presencia destacada de sus profesores en los medios académicos nacionales e internacionales y por el ejercicio profesional de sus egresados en todos los ámbitos de la vida nacional. Estas notables características se consolidan sólo a través del compromiso decidido de la comunidad universitaria. En este sentido, las actividades realizadas dejaron ver que la UAM sostiene el interés por pensarse seriamente, por seguir abriendo espacio para su desarrollo, continuar el ejercicio de revisión y análisis que hace viable su proyecto. Mencionar todos los actos realizados es imposible en este texto. No obstante, es pertinente mostrar algunos de ellos con el fin de remarcar que la UAM ha aprovechado el significativo aniversario como espacio y oportunidad para proyectarse al futuro.

Una de las actividades más importantes fue el desarrollo del largo e intenso seminario de reflexión organizado por la Unidad Xochimilco, en donde bajo el sugerente título Repensando la Universidad se convocó a un grupo amplio de ponentes, de las tres Unidades y a especialistas externos, para realizar un análisis profundo que permitiera recuperar y analizar críticamente la historia de la Universidad, los retos y desafíos actuales, así como a imaginar y proyectar su futuro. Las sesiones de trabajo realizadas semanalmente permitieron ir consolidando un espacio reflexivo continuo, que culminó con la publicación de las memorias. Los dos tomos que recogen hoy las ponencias realizadas permiten continuar este ejercicio y ampliar sus alcances.

A lo largo del año se realizaron una gran cantidad de actos en donde los programas de licenciatura y posgrado, los departamentos, las divisiones, y otros espacios académicos de la Universidad, hicieron balance de las experiencias realizadas en los treinta años de vida, invitaron a algunos especialistas externos, discutieron y dialogaron en torno a las estrategias para consolidar el proyecto a futuro tomando en cuenta las condiciones actuales de nuestro país y del mundo. El análisis ponderado y crítico de nuestra historia interna sólo es posible si lo vinculamos al estudio de lo que ocurre en el exterior.

Fueron muy importantes también aquellos actos y ceremonias que tuvieron como intención recordar, refrendar y consolidar los vínculos que nos ligan como comunidad. La ceremonia de reconocimiento a los miembros que, junto con la UAM, cumplieron treinta años de trabajo fue no sólo emotiva, por la significación personal, íntima, que conlleva. También fue espacio para recordar los primeros años de trabajo, a las personas que ya no están físicamente con nosotros, para intercambiar anécdotas y estimular el apego a nuestra Casa; en suma, se hizo de la nostalgia una fuerza de futuro.

Existieron también expresiones artísticas que se sumaron al recuerdo, al homenaje. A través de una gran diversidad de formatos y de estilos, diferentes manifestaciones artísticas: plástica, escultura, literatura, música, la Universidad abrió el lugar que le corresponde al arte y a la cultura para fijar el recuerdo, para hacer visible que hay lugares de la Universidad que nos estimulan a recordar nuestra historia. Desde luego la obra Puerta al tiempo de Manuel Felguérez en Rectoría General, así como las propuestas artísticas de Irma Palacios en Azcapotzalco, Jan Hendrix en Iztapalapa y Gilberto Aceves Navarro para Xochimilco, son un ejemplo claro de este espíritu.

El gran entusiasmo con el que participó la comunidad universitaria permitió a la UAM ofrecer a la sociedad una imagen fresca, alegre. La vitalidad y el cariño con el que los universitarios hicieron suya la realización de estos actos reflejó una Universidad no sólo sólidamente asentada, académicamente competente, sino también una comunidad vital, entregada al quehacer universitario y dispuesta a sostener el compromiso de servir a la sociedad mexicana. La campaña de difusión organizada durante el 2004 aprovechó ese entusiasmo y podemos afirmar que, gracias a la celebración de su trigésimo aniversario, la UAM es ahora mejor conocida y apreciada.

En la concreta realización de cada uno de estos actos se hizo visible, además, que la fortaleza de la UAM estriba en la unidad de la comunidad universitaria. Es preciso señalar que uno de los propósitos centrales de mi programa de trabajo es propiciar una mayor coherencia de nuestra comunidad académica, unir, ajustar y armonizar, en el horizonte universal del conocimiento que caracteriza la tradición de la Universidad, lo que aparentemente separan la profesionalización, la especialización científica, la división natural de los campos de investigación. Un primer horizonte de cohesión universitaria se extiende en los valores compartidos. Los valores universitarios: la honradez intelectual, el rigor lógico, el examen empírico, la disciplina de trabajo, la generosa exposición de las ideas, la discusión racional, la transmisión de conocimientos significativos, provechosos, útiles; el interés por la ampliación de esos conocimientos, la disposición para el aprendizaje constante, en suma, la vida académica en un sentido más pleno, se hallan por encima de la división del trabajo, las disciplinas y los diversos lenguajes de la Universidad.

Se trata de un universo compartido, centrado en el conocimiento y en una ética de servicio a la sociedad, que importa rescatar. Son valores que nos constituyen como Universidad, que nos otorgan identidad, en los que reside nuestra fortaleza como comunidad universitaria y cobran especial significación en vistas al porvenir.

La conformación de este sistema de valores no puede ser tarea exclusiva ni de la Rectoría General ni de ningún espacio colegiado de nuestra Casa de Estudios. Es tarea que se consigue a través de estrategias diversificadas, de impulsos colectivos y del establecimiento de vínculos internos y externos. Indudablemente el fortalecimiento de los valores comunes se logra trabajando hacia adentro de la Universidad, pero también hacia el exterior. Desde el comienzo de mi gestión al frente de la Rectoría General me comprometí a realizar los esfuerzos necesarios para consolidar el lugar que tiene la UAM en el sistema de educación superior y, al interior, reafirmar los lazos que unen a sus tres unidades, sus nueve divisiones y a los cuarenta departamentos, a todos sus profesores, alumnos y trabajadores que forman la comunidad universitaria. Un doble esfuerzo, imprescindible.

En cuanto a la vida interna de la UAM, la legislación universitaria establece los márgenes que permiten procesar la complejidad que genera la Universidad en sus realizaciones, garantizando la participación activa de su comunidad académica y propiciando que, en los procesos de discusión y decisión prevalezca la racionalidad, los criterios académicos que estructuran sus expectativas de desarrollo, tanto en la docencia como en la investigación y la difusión y preservación de la cultura. Estos mecanismos son también los medios idóneos para la integración ordenada de la vida institucional. Fortalecerlos y potenciar sus capacidades es, en mi convicción, la forma óptima de alcanzar mayor cohesión y coordinación en las actividades académicas.

La Universidad constituye - y esto es también decisivo - una comunidad, no la simple agregación de individuos sino la organización cuya lógica interna no puede ser, ni será, orientada por el principio de unanimidad y disciplina vertical; de egoísmos o individualismo, sino de libertad, diversidad, tolerancia, compromiso; se trata de fomentar la pluralidad de opiniones y el consenso, guiado, claro está, por las orientaciones propias de cada campo disciplinario que se cultiva en las unidades, divisiones y departamentos de la Universidad, pero sin descuidar una visión integral de la vida universitaria. Las acciones realizadas en este sentido son, por lo mismo, múltiples, aunque hay algunas que pueden representar con mayor fuerza este espíritu común e integrador en la diversidad.

Son importantes, sin duda, los esfuerzos por vincular a las tres unidades en el desarrollo de actividades colectivas, integrales; en experiencias que vinculen la docencia, la investigación y la difusión y preservación de la cultura. Muestra de ello son el programa de maestría y doctorado en Ciencias Económicas que integra a las tres unidades; el doctorado en Ciencias Biológicas que es impartido en Iztapalapa y Xochimilco y que en 2004 completó cien graduados. Son ejemplo adicional de la importancia de la vinculación entre unidades y divisiones los Programas de Investigación, pues ante la complejidad de algunos fenómenos es importante la suma de esfuerzos, el intercambio disciplinar, la relación entre enfoques que fertilizan a los campos del saber que concurren en la consideración del fenómeno a estudiar. Tenemos una reglamentación para el desarrollo de los mismos y existen cinco aprobados por el Colegio Académico; sin embargo, es importante reconocer que tenemos que ampliar los esfuerzos para conseguir el cumplimiento de los objetivos que se trazaron.

Indiscutiblemente la fortaleza de la UAM, la unidad de propósitos y de fines, se enmarca en el desarrollo de las tareas del Colegio Académico, en la estrecha relación de las autoridades universitarias, en la flexibilidad y movilidad de profesores y alumnos. Los retos siguen siendo amplios, sobre todo en lo que se refiere a la posibilidad de vincular nuestros programas de formación tanto a nivel licenciatura como de posgrado. No sólo los alumnos están, con frecuencia, limitados por las fronteras relativamente artificiales de los departamentos, divisiones o unidades: muchas veces, por desgracia, también los profesores seguimos entablando relaciones débiles entre nosotros, incluso al interior de nuestro departamento. Es lamentable que en algunas ocasiones los lazos sean mucho más sólidos con otras instituciones nacionales o internacionales, que con los miembros de nuestra propia comunidad. Desde luego, la vinculación al exterior es estrategia central para enriquecer y consolidar las perspectivas de trabajo, para mostrar a la comunidad nacional e internacional nuestras investigaciones y nuestros proyectos, pero es importante aprender a sumar esfuerzos con aquellos que se encuentran más cerca de nosotros. El reto es enorme, por ello es fundamental trabajar con voluntad y energía en este sentido.

Es posible reparar en algunas estrategias importantes, elaboradas para potenciar y fortalecer nuestros vínculos. Un ejemplo notable lo tenemos en la Reforma de las Políticas Generales de Docencia, así como en la creación de sus Políticas Operacionales. La centralidad del tema de la docencia nos permitió diseñar una política institucional organizada en función de la flexibilidad, la vinculación, la interdisciplinariedad, el incremento de acciones para llevar a la práctica el principio de igualdad de oportunidades y la consolidación de una formación sólida en los valores comunes a la vida académica: rigor lógico, examen empírico, disciplina de trabajo, vocación por investigar, compromiso y responsabilidad social, discusión y argumentación racional, desarrollo de habilidades de lectura y escritura, por citar los más importantes. Aun tenemos mucho que hacer en estos aspectos, pues para propiciar un esquema más flexible de trabajo, tanto de alumnos como de profesores, es muy importante fortalecer una formación básica, que permita a los alumnos tomar decisiones importantes para mejorar y potenciar su educación en el más amplio de los sentidos.

En el esfuerzo por orientar una política institucional integral, es preciso recordar las reformas al RIPPPA y TIPPA de 2003, aprobadas por el Colegio Académico. A través de ellas hemos podido fortalecer el desarrollo de una Carrera Académica en donde se valore ampliamente el desarrollo de actividades integrales, tanto de docencia e investigación, como de fortalecimiento de la vida de la Institución, su vinculación con el entorno y la preservación de la cultura mediante su difusión. El desarrollo de la vida académica sólo se completa en su integridad cuando las actividades académicas irradian en nuestro entorno, y el entorno más cercano de los profesores e investigadores de la UAM es, indiscutiblemente, nuestra propia casa.

En este sentido debemos pensar en relaciones nuevas entre todos los actores de la Universidad: profesores, alumnos, órganos colegiados y personales, trazadas desde vínculos en donde la responsabilidad, la confianza y el compromiso sean elementos claves para consolidar a la comunidad.

Hacia el exterior la vinculación ha requerido de esfuerzos serios por replantear nuestro impacto, sobre todo si tomamos en cuenta las condiciones complejas que atraviesa nuestro país en materia educativa. Desde el acto de toma de protesta que dio inicio a mi gestión como Rector General, expresé la idea fundamental, compartida de manera extensa y en las más profundas convicciones de cada uno de nosotros y que nos une en todo acuerdo tácito o explícito, de que la educación superior en general y muy especialmente la educación superior pública es un elemento esencial para el desarrollo del país. La educación es un factor determinante de cambio, de equidad, de justicia y contribuye de manera fundamental al desarrollo nacional, en lo cultural, lo político y lo económico. Una sociedad que desea construir un porvenir promisorio, en términos realistas, debe mantener una educación superior vigorosa, especialmente una Educación Pública Autónoma que, al realizar sus tareas sustantivas: formación de profesionales e investigadores, generación y aplicación del conocimiento y preservación y difusión de la cultura, aporte y realice contribuciones relevantes para crear prosperidad económica y bienestar humano en un marco de paz, libertad y justicia. La UAM participa en estos esfuerzos comunes y los realiza, además, en común con otras instituciones educativas y en relación respetuosa y crítica – en el mejor sentido de la palabra – con los gobiernos y la sociedad civil.

La Institución universitaria ha ocupado una creciente centralidad en las sociedades contemporáneas, como Institución privilegiada para la preservación y desarrollo del conocimiento científico y humanístico; en la medida que el saber científico se ha convertido en un recurso necesario para la producción económica y el incremento en la calidad de vida de los ciudadanos, la participación de la Universidad en el desarrollo tecnológico es cada vez más exigente, intensificando no sólo sus tareas de investigación básica, sino también la investigación creativa, la innovación, con un sentido práctico vinculado directamente a las necesidades sociales de México y su desarrollo integral.

México es un país que enfrenta fuertes carencias, necesidades que se traducen en graves y escandalosas desigualdades y que por desgracia ofrecen un panorama poco alentador a su desarrollo. Disminuir las agudas desigualdades sociales presentes y futuras, reducir el desigual reparto de oportunidades vitales de hombres y mujeres en materia de salud, de acceso a los servicios básicos para una vida digna y sobre todo las diferencias en las oportunidades vitales para desplegar los talentos, la inteligencia, la vocación de servicio, las potencialidades imaginativas y creativas, sigue siendo un reto, un desafío constante de las Universidades. Estas oportunidades, claro está, sólo pueden ampliarse a través de una educación formal robusta, selectiva en términos de talento, méritos y esfuerzo, como todo proceso educativo, pero sujeto a criterios académicos exclusivamente, no económicos o de fortuna: que premie la inteligencia de los mexicanos, su constancia y fortaleza de ánimo, capacidad de aprender, curiosidad intelectual, rigor y disciplina. Que no castigue y reproduzca o ahonde lo dispar de origen, de los puntos de partida. De la misma forma en que se ha concentrado el dinero en las últimas décadas, se ha concentrado también, de manera desproporcionada, desequilibrada, moralmente inadmisible, la educación, constriñendo la libertad, fijando sus límites en las necesidades básicas de la existencia y reproduciendo sistemáticamente las desigualdades históricas. No sólo en el orden social interno, sino en términos relativos frente al mundo: si se quiere que México deje de ir a remolque de cuanto se hace en las naciones dueñas de la ciencia y la tecnología, conviene atender las exigencias en Educación.

Esta convicción definió desde hace treinta años la visión que haría posible la fundación de la UAM: eludir la batalla contra la distribución inequitativa de las oportunidades educativas, es amenazar el porvenir de los mexicanos, romper con la solidaridad indispensable, la unión y la integración de México, por encima de la pluralidad que nos distingue. La diversidad cultural no debe implicar desigualdad, mucho menos desigualdad en oportunidades educativas que es, simplemente, una forma de marginación que tiende a disgregar a la sociedad, a negar lo colectivo y común, dando entrada a la discriminación, llamando a la ignorancia y a la intolerancia.

Para enfrentar esta situación trabajamos cotidianamente en el desarrollo de nuestras tareas sustantivas. La delicadeza y gravedad del asunto nos ha obligado a dedicar atención especial, y urgente, a algunos proyectos que nos han permitido colaborar e incidir de manera directa en la construcción de mejores condiciones y oportunidades vitales para los mexicanos.

Vale la pena mencionar el esfuerzo que en materia educativa se ha generado con el establecimiento y alcance que ha tenido PRONABES desde el año de 2001. Este sistema de becas para alumnos comenzó a beneficiar a 180 alumnos en 2001, cerca de mil en el 2002, más de mil 500 para el 2003. En el 2004 fueron dos mil 543 estudiantes los que recibieron este apoyo, consolidando con ello un programa que ha permitido colaborar en el esfuerzo por garantizar la igualdad de oportunidades para todos los mexicanos interesados en su formación. La selectividad y especialización que conlleva todo proceso educativo no puede, no debe – insisto - dirimirse por cuestiones económicas. Para combatir este problema el PRONABES es una alternativa interesante, importante, que podemos aprovechar. Dentro de este mismo marco, en la UAM tenemos claro que la igualdad de oportunidades no sólo se consigue al facilitar bienes económicos que permitan a los alumnos dedicar el tiempo necesario para su formación. También existe desigualdad en conocimientos previos y desigualdad en habilidades y capacidades de aprendizaje. En este sentido, las nueve divisiones de la UAM han elaborado diversas estrategias para ofrecer a los alumnos espacios donde solventar deficiencias formativas previas, y estar en condiciones de adquirir los conocimientos y habilidades necesarios para realizar una verdadera formación universitaria.

Han sido, a su vez, importantes los vínculos establecidos con diversas organizaciones para fortalecer trabajos comunes y consolidar nuestro impacto directo en la sociedad. En la actualidad contamos con 418 convenios vigentes, de los cuales 208 fueron firmados durante el 2004. De estos últimos, hay que destacar la enorme variedad de temáticas que implican a nuestra Universidad, pues los convenios se organizan en función de diversos intereses: académicos, medio ambiente y ecología, edición, servicio social, intercambios académicos y profesionales, docencia, capacitación, etc. De la misma forma, se puede notar la variedad de instituciones con las que estamos diseñando trabajos conjuntos con el fin de ampliar nuestros horizontes de acción. Realizamos convenios con asociaciones agrícolas, civiles, otras Universidades e instituciones educativas, sociedad civil. Es decir, con un amplio conjunto de instituciones que más allá de su carácter público o privado comparten con nosotros intereses, perspectivas y compromisos con la sociedad. El interés de firmar y ampliar los convenios de colaboración es claro. Nos importa alcanzar distintos espacios, diversos grupos, ofrecer nuestra mirada distanciada, crítica, científica, con el fin de participar sumando esfuerzos en el desarrollo de la sociedad, ampliando horizontes y creciendo como comunidad.

En este mismo sentido la UAM ha fortalecido, en años recientes, el desarrollo de proyectos de participación en distintas comunidades a lo largo y ancho del país. Siempre con la precaución de no imponer nuestra forma de pensar, sino tratando de detectar las necesidades de los grupos a los que nos acercamos. Tratando, además, de mostrar y transmitir los conocimientos que consideramos oportunos para que las sociedades, las comunidades, definan mejor su rumbo, orienten mejor sus acciones. En la UAM no compartimos la visión que coloca al universitario en el lugar del especialista que llega a ofrecer un saber que el otro desconoce. Consideramos que somos sujetos interesados por el desarrollo del país, que tenemos las posibilidades de trabajar en común con distintos grupos para encontrar soluciones concretas que permitan superar fuertes y críticas desigualdades. Sabemos que el desarrollo verdadero, profundo, de un país, no se consigue desde un escritorio, un cubículo, un aparato conceptual. Se necesita diálogo, encuentro, intercambio.

Entre los ejemplos de este modelo de trabajo y participación se encuentran el Taller de Costura en Santa María Nativitas, Atengo, en el Valle del Mezquital del estado de Hidalgo, una de las zonas más marginadas del país. En el mismo estado la UAM-Azcapotzalco realizó hace algunos años el proyecto de Real del Monte que renovó la actividad de esa población. En 1999 la UAM inició una importante labor de servicio social en Los Tuxtlas, Veracruz, en la que grupos de estudiantes orientados por sus profesores trabajan con las comunidades rurales de esa región para formar redes de ecoturismo y al mismo tiempo ayudar a preservar el ecosistema por medio de la educación. En el año 2004 el Taller de Proyectos e Investigación de Centros Urbanos y Zonas Patrimoniales de esa unidad universitaria realizó un trabajo intenso e integral con la comunidad de Tepotzotlán en colaboración con la Universidad de Harvard, el Museo Nacional del Virreinato, Xochitla, A.C., el Ayuntamiento local y la Secretaría de Turismo. En ocasiones anteriores este Taller ha desarrollado importantes colaboraciones en otros estados como Campeche, Oaxaca, Tabasco, Puebla, Estado de México, Querétaro, Guanajuato y Nayarit. Otro proyecto que muestra con claridad el sentido de Universidad que somos, es el de Talleres Multidisciplinarios en Comunidades Indígenas, articulados en torno a Talleres Itinerantes de Grabado y Artes Plásticas. Los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas han sido los principales focos de atención por las características de los mismos, en relación a las necesidades económicas y sociales que afectan a sus comunidades. Estos talleres que tienen una finalidad aparentemente limitada de desarrollar y potenciar la creatividad artística, con el propósito de conservar y difundir nuestro patrimonio cultural, han permitido trazar una serie de acciones alternativas que involucran otras necesidades de las comunidades, que hacen posible fortalecer la reflexión al interior de sí mismas para garantizar su desarrollo. En este sentido, se han implementado talleres diversos: de conservas de frutas, de salud reproductiva y sexualidad, de economía, salud, filosofía y computación.

Dentro de una lógica de acción similar a la de estos talleres, también se realiza en la UAM el Programa de Investigación Interdisciplinario de Desarrollo Humano en Chiapas; el Proyecto Sierra Nevada en el Valle de México; el Proyecto Museo Gota de Agua que gracias a los avances importantes del último año, ha conseguido la firma del Acta Constitutiva de la Asociación Civil en días recientes.

Reparar en este conjunto de actividades, muchas de las cuales se han realizado consistentemente durante años, es una forma de indicar el estilo que define a nuestra Universidad, la manera como ha encarado los retos y desafíos de nuestro país, así como reconocer que nos abre la posibilidad de fortalecer el compromiso que tenemos con la sociedad y que se refleja con extrema claridad en estos ejemplos.

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