<Página anterior - Indice - Página siguiente>

II. Sobre las actividades académicas

La UAM ha consolidado, en sus casi tres décadas de existencia, su proyecto educativo, centrado en la docencia, investigación y preservación y difusión de la cultura. Nuestra tradición institucional y fortaleza académica reside justo en la realización continua y permanente de estas tres funciones sustantivas, orientadas siempre al servicio de México. Cada una de ellas irradia su fuerza y vigor sobre la sociedad, definiendo a la Universidad como centro del saber científico y humanístico, de la ampliación del conocimiento, del aprendizaje constante y de la cultura en sus manifestaciones plurales y diversas.

Desde su fundación, la fuerza de la UAM se finca en la figura del profesor investigador como referencia expresa, nuclear, del orden institucional, en cuyas actividades se produce una doble acumulación de funciones consustanciales con nuestra tradición y, sobre todo, indispensables para garantizar el servicio que la Universidad debe proveer, salvaguardar, impulsar, respecto a la realidad nacional en que se inscribe. Esta doble acumulación representa el vinculo decisivo entre la producción del conocimiento y su transmisión, funciones que proyecta con vigor la Universidad hacia la sociedad, dotándola de los instrumentos intelectuales suficientes para la comprensión sistemática, evaluación y solución de problemas concretos, aportando los profesionistas y especialistas que exige su desarrollo futuro.

La UAM, como institución central del saber, participa así de las expectativas del porvenir de México. Nuestra Universidad ha constituido un espacio privilegiado para la formación de los jóvenes en las profesiones, las humanidades, las artes, las ciencias y la tecnología. Un espacio, a la vez, especialmente adecuado para el cultivo del conocimiento. La protección de este espacio, autónomo en sus realizaciones operativas y sustantivas, es sin duda la tarea más señalada de nuestra comunidad académica.

Son varios los niveles de nuestro marco institucional, desde el más general e integrador hasta los existentes en cada una de las tres unidades, las divisiones y los departamentos que configuran al sistema UAM. Cada uno de ellos regulado por un cuerpo académico que garantiza la participación más inmediata de la comunidad. Sin embargo, existe un orden en el que se reconoce una identidad compartida, así como una serie de beneficios, privilegios y obligaciones determinadas por una misma normatividad y unas reglas éticas iguales para todos.

Se trata de un orden superior por encima de la separación funcional y administrativa de la Universidad, la especialización de los campos científicos y profesionales, las relaciones particulares que cohesionan y consolidan los proyectos y programas de investigación, y de los lenguajes y códigos generalmente compartidos por los especialistas de determinado campo del saber. Este ordenamiento aglutina e incorpora a todos los demás, incorporando a cada uno de los miembros de nuestra comunidad.

Es preciso reconocer y robustecer los deberes que se derivan directamente de la pertenencia a la UAM. Como principio estratégico, el servicio a la sociedad, que deposita esperanzas concretas en nosotros, a través de los beneficios de nuestras actividades sustantivas. Esta responsabilidad común, responde más que a preceptos definidos, a la práctica y el ejercicio de unas reglas también compartidas que configuran o de las que dimanan las virtudes de la vida académica. La honestidad intelectual es acaso la más alta de todas, que supone el rigor metodológico, la disposición a exponer y discutir amplia y racionalmente las proposiciones del esfuerzo de investigación y sus resultados, de compartirlas con los estudiantes y pares en el campo disciplinario. Honestidad que representa el valor y sentido del ánimo intelectual, por la que nuestros profesores investigadores merecen especial reconocimiento y encomio en el ámbito de nuestra Universidad, así como en los circuitos académicos nacionales e internacionales.

En consecuencia, la Carrera Académica ha de estar motivada por estos supuestos y, en todo caso, debe obrar y promover tales efectos. La honestidad a la que los profesores investigadores de la UAM están obligados debe acompañarse de un sentido de justicia, incluye por eso una disposición constante y permanente a reconocer en el trabajo no sólo el esfuerzo individual, sino una obra colectiva, en la que participa la institución universitaria en su conjunto, como espacio privilegiado para el saber, dotado de una estructura y de los mecanismos que permiten la generación y transmisión del conocimiento. También es imperativo que su trabajo amplíe el saber, contribuyendo a la solución de problemas específicos de la sociedad. De manera que las tareas académicas suponen una satisfacción personal, pero además, un servicio al resto de la comunidad académica y de la sociedad en su conjunto.

La actitud de servicio, responsabilidad y sujeción a la razón son las mejores cualidades de quienes han construido nuestra tradición institucional. La Carrera Académica de la Universidad de cara a su porvenir debe definirse por estos valores superiores. De ello depende, lo señalaba antes, y hay que insistir en ello, la viabilidad y la plena maduración del proyecto UAM en el escenario histórico de México, así como de las posibilidades de nuestra progresiva internacionalización.

Existe, y siempre ha sido así, una tensión permanente entre la conducta ideal, deseable, y la acción práctica, real. No obstante, el referente de unas virtudes, por así llamarlas, indispensables a la realización óptima, de nuestras actividades sustantivas, es necesario definirlo en la integración y coherencia de la comunidad académica. La persona dedicada a la vida académica, el profesor investigador, elige un modo o forma de vida, una actividad profesional, remunerada, que exige ciertos compromisos insoslayables que comportan un régimen sujeto a valores y a indicadores de las propias realizaciones productivas. Estos valores e indicadores estructuran la vida institucional, pero también orientan las expectativas que la comunidad académica más amplia, nacional e internacional, así como la sociedad, tiene puestas en la UAM.

Desde su fundación, la UAM se ha esforzado por lograr una estrecha vinculación entre la docencia y la investigación, convencida que las funciones de la Universidad son insuficientes si no existe una adecuada promoción y proyección del conocimiento que genera, especialmente, a través de la formación de profesionistas e investigadores. En cumplimiento de ambos ejes, el de la docencia y la investigación, se han ido formando y consolidando nuestros cuerpos académicos. La promoción y el respaldo al desarrollo de los actores fundamentales que conforman nuestra Institución, en particular los profesores investigadores que constituyen el motor fundamental del quehacer académico, ha sido nuestro mayor empeño.

La Universidad ha establecido políticas específicas de reclutamiento del personal académico, organizando las bases fundamentales de la vida de la Institución, estableciendo reglas de funcionamiento y determinando modelos de desarrollo en cada una de las tres unidades. Desde nuestra fundación se reconoció la importancia de formar y consolidar grupos de trabajo académico en las áreas y los departamentos de la Universidad para el cumplimiento de nuestros objetivos, manteniendo las políticas de promoción, equipamiento y consolidación de los cuerpos en torno a los espacios nucleares de la vida académica de la UAM. Al paso del tiempo, se configuraron mecanismos generales de ingreso, promoción y permanencia del personal académico. La Carrera Académica en cada una de las disciplinas que se cultivan en las tres unidades de la UAM, se ha desarrollado conforme a un conjunto de procedimientos, que progresivamente se ha ido adecuando a los requerimientos de cada campo de conocimiento. De este modo, y de manera gradual, en un proceso identificable de nuestro desarrollo institucional, se han ido formando los recursos académicos de la UAM. Hoy en día en la planta de profesores de nuestra universidad el 33% cuenta con doctorado, el 36% con maestría y el 84% de ellos es profesor investigador de tiempo completo.

Toda institución, y quizá con mayor exigencia la que es pública, opera administrando recursos escasos de manera óptima, para la obtención de resultados concretos y específicos. Diversos factores económicos, internos y externos, han configurado una situación de insuficiencia de recursos en los presupuestos asignados a la Educación Superior, esto ha obligado a la Universidad a establecer estrategias orientadas al aseguramiento de la viabilidad institucional en términos financieros y académicos. La adopción de políticas de disciplina presupuestal y de racionalidad, conforman un marco de regulación y planeación del desarrollo institucional. En este sentido, se han conservado las políticas dirigidas a proteger la planta de profesores investigadores, así como las estrategias para el desarrollo de la Carrera Académica, concentrando esfuerzos en la permanencia y consolidación de los cuerpos académicos de nuestra Universidad.

La UAM ha realizado un esfuerzo importante en desarrollar una planta académica de alta calidad, orientada al fortalecimiento del trabajo universitario en las diversas disciplinas que se cultivan en las áreas y departamentos de las tres unidades. Es momento, quizá, de recapacitar en las ventajas y desventajas que aporta nuestro Reglamento de Ingreso, Promoción y Permanencia del Personal Académico. Adecuarlo a las condiciones actuales de nuestra Universidad, conseguir una mejor identificación de las particularidades de cada disciplina, recuperar los sistemas de evaluación que apunten a la identificación de reglas objetivas de carácter compartido, pero que atiendan más a la calidad que a la acumulación del trabajo; es decir, un sistema que valore especialmente el trabajo en equipo y la participación significativa en la dinámica de la Universidad, que reconozca, además, las actividades académicas que permiten ampliar los horizontes del saber, innovando teórica o metodológicamente, produciendo nuevos conocimientos, incitando a los alumnos a aprender a aprender; además tenemos que pensar en un sistema que permita valorar y fomentar el trabajo académico orientado a atender los rezagos sociales más graves que enfrenta nuestro país. Todo ello sin olvidar que existe, por encima, un compromiso ético que estructura y orienta el trabajo académico de la UAM.

<Página anterior - Indice - Página siguiente>