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INTRODUCCIÓN
La entrega del Informe de Labores de la Unidad, correspondiente al año 2002, al Consejo Académico de la Unidad Azcapotzalco, constituye una ocasión muy significativa para refrendar los compromisos asumidos al inicio de esta gestión, hacer un balance de los resultados alcanzados y perfilar, con mayor claridad, las estrategias a desarrollar en el futuro inmediato.
Como se ha expresado en este Órgano Colegiado, el hecho de rendir cuentas de lo realizado durante el periodo por las instancias académicas y de apoyo —ejercicio relevante en sí mismo—, queda desvirtuado si no está acompañado de un ejercicio de contextualización y reflexión de los antecedentes, causas y consecuencias de los actos reportados.
Para realizar esta última tarea, se debe reconocer que sólo una lectura muy detallada de las diversas fuentes originales, acompañada de un marco interpretativo consistente puede permitir una aproximación más fina a la complejidad y dinamismo de la vida institucional. Afortunadamente, nuestra legislación prevé la rendición de cuentas de todas y cada una de las instancias que conforman nuestra Unidad Académica, pero también, mandata al titular de la Rectoría de Unidad sintetizar esa complejidad en un documento que integre, como se ha mencionado, las aspiraciones, los logros y los objetivos de nuestra comunidad.
Al respecto, la organización de la información aquí presentada sigue de cerca el planteamiento del trabajo institucional en torno a diez líneas estratégicas de gestión_/1 . Ese marco conceptual ha permitido dar cumplimiento a la labor de armonizar las tareas que reglamentariamente competen a los órganos personales y colegiados de la Unidad y de direccionar aquellas que, también con apego a la normatividad, corresponden a las instancias dependientes de Secretaría de la Unidad y de la propia Rectoría.
Si bien existen diez líneas estratégicas, su naturaleza requiere, al interior, un trato diferenciado el cual consiste en asumir que el cumplimiento de las funciones sustantivas, docencia, investigación y difusión y preservación de la cultura, corresponde a los espacios académicos institucionales directa y expresamente facultados para ello. En ese sentido, la creación de condiciones de desarrollo es la premisa fundamental que anima las acciones de Rectoría de Unidad y sus instancias de apoyo.
Por otro lado, las líneas de acción referidas a la Formación de Recursos Humanos, Mejora de Infraestructura Universitaria, Fortalecimiento de las Condiciones para la Vida Académica y Elevación de la Calidad de los Procesos Universitarios, tienen que ver con aquellos aspectos en los cuales diversos mecanismos institucionales —como los programas de formación de profesores, becas y estímulos al desempeño o años sabáticos— se combinan con las condiciones materiales y los servicios de apoyo a la vida universitaria, a fin de crear ambientes más adecuados para el desarrollo de las actividades académicas.
Los procesos de toma de decisiones, asociados a órganos colegiados y personales, se ven fortalecidos mediante acciones en el marco de dos líneas estratégicas: de un lado, el diseño, desarrollo, operación y mejora continua de sistemas de información, así como la consolidación de los mecanismos de planeación y evaluación, que aseguren, precisamente, la oportuna y adecuada elección de cursos de acción institucionales. Por el otro, el reconocimiento de la trascendencia del trabajo de los órganos colegiados, como instancias de deliberación y de construcción de acuerdos de alcance institucional que se concretan en la toma de decisiones, la comunicación de las mismas y la invitación a todos los miembros de la comunidad para participar en sus deliberaciones.
Todo este dispositivo ubica a las líneas estratégicas de Multidisciplina e Integración de los Universitarios como ejes que permiten orientar y dar sentido a nuestra vocación institucional de atención multidimensional a los problemas que se pretenden enfrentar mediante la docencia y la investigación, además de lograr una mejor comunicación, espíritu de cuerpo y sentido de pertenencia institucional en académicos, alumnos, y personal administrativo.
Estas directrices posibilitan el concepto de una universidad capaz de ampliar sus horizontes en términos de eficacia, pertinencia y calidad de su aportación a la sociedad.
Tal y como se afirmó al inicio de esta gestión, se ha procurado poner a los alumnos en el centro de procesos educativos caracterizados por la excelencia y el reforzamiento de la pertinencia de planes y programas de estudio; hemos generado también el marco necesario para llevar adelante un conjunto de políticas de fortalecimiento a la docencia que incluyen —como igualmente se mencionó en su momento— la creación de espacios colectivos de docencia capaces de dar seguimiento puntual a los procesos educativos, intercambiar experiencias, analizar los problemas y anticipar soluciones. Dichos espacios también promoverán las políticas de formación de profesores, la evaluación colectiva de la docencia y, en suma, un clima más organizado para sacar mejor provecho de nuestras fortalezas institucionales en la materia.
Esas políticas también prevén la participación de los alumnos y la elevación de sus condiciones académicas; la formación de profesores para el mejoramiento de la docencia y los mecanismos para la actualización sistemática de los planes y programas de estudio.
Al respecto, y como podrá verse en el apartado correspondiente, las coordinaciones de Docencia y General de Planeación, así como Secretaría de Unidad, han desarrollado diversas acciones que buscan complementar las tareas que llevan a cabo Divisiones Académicas, Departamentos, Coordinaciones de Estudio y sus instancias de apoyo.
Es de destacar, en ese contexto, nuestro Programa Intertrimestral de Formación de Profesores, los apoyos en la generación de información para la oportuna toma de decisiones académicas, la mejora en infraestructura y servicios de cómputo y de información bibliohemerográfica, mismos que por naturaleza tienen un gran impacto en nuestros procesos de enseñanza-aprendizaje, pero también el reforzamiento de nuestro programa cultural en la perspectiva de contribuir a la formación integral de nuestros alumnos.
En nuestro dispositivo institucional, las comunidades académicas agrupadas en torno a cuerpos académicos asociados a departamentos, constituyen los espacios definitorios de las estrategias de desarrollo académico institucional. Por ello, hemos insistido en que la planeación, evaluación y presupuestación de los programas docentes, de investigación y de difusión y preservación de la cultura, son elementos de autorregulación y desarrollo de la vida académica que deben ser asumidos a plenitud por los Departamentos y las Divisiones Académicas.
En la arquitectura de nuestro modelo universitario, el posgrado representa la bisagra que vincula nuestras tareas de investigación y de formación de recursos humanos de alto nivel. En lo que respecta a la investigación, hemos sido testigos de diversas iniciativas que han llevado a cabo tanto Divisiones y Departamentos Académicos, como jefaturas de área y los propios profesores-investigadores. El abanico de ellas incluye tanto las mejoras a la infraestructura en términos de mantenimiento y ampliación, como el apoyo para la integración a redes de trabajo interinstitucionales, la difusión de resultados por diversas vías y el apoyo a las tareas de vinculación con los sectores social, productivo y gubernamental.
En el caso del posgrado, hemos insistido en su carácter orgánico a la vida departamental, su necesaria evaluación permanente y la toma de decisiones que permita su fortalecimiento pleno a mediano y largo plazos.
En esos dos ámbitos, como en el de la docencia de licenciatura, tenemos presente que una de las fortalezas de nuestro modelo es precisamente la confluencia e interacción disciplinaria en un marco de diálogo respetuoso, ético y, por supuesto, con preeminencia de los valores académicos por encima de cualquier otro interés. En este sentido, asumimos que no es entendible la construcción de la universidad que todos deseamos sin la concurrencia de la tolerancia y ambientes propicios para el desarrollo de las potencialidades de nuestros académicos y de nuestros alumnos, y si bien estamos en presencia de elementos subjetivos, mucho hemos hecho y mucho más podremos hacer para establecer condiciones materiales y de relación humana consistentes con nuestros objetivos.
A la luz de los anteriores planteamientos es satisfactorio constatar el desarrollo de proyectos e iniciativas que dan cada vez mayor concreción a nuestras aspiraciones. En materia de investigación, nuestros cuerpos académicos consolidan su presencia en ámbitos que tradicionalmente han ocupado, tales como el cuidado del medio ambiente, el desarrollo metropolitano, la vivienda, el transporte, la ingeniería en materiales y estructuras, el desarrollo tecnológico y la aplicación de nuevas tecnologías al diseño; otros más comienzan a repuntar mediante la propuesta de nuevas perspectivas interdisciplinarias o transdiciplinarias, como es el caso de la seguridad pública, el derecho ambiental o electoral, el uso de nuevas tecnologías educativas o los estudios de género y de gobiernos locales, por mencionar sólo algunos temas. Siempre, por lo demás, estamos abiertos para albergar en nuestras investigaciones ideas prometedoras o desafíos relevantes para nuestra sociedad, sin dejar de lado la necesidad de identificar los nichos en los cuales habremos de desarrollarnos.
Por lo que hace a la docencia, asistimos a un entusiasta y dinámico reencuentro con esa función sustantiva a través de la implementación de las ya mencionadas Políticas Operativas de Docencia, de una creciente preocupación por incorporar el uso de nuevas tecnologías de comunicación e información para la docencia, del compromiso para institucionalizar nuestros procesos de evaluación integral que han derivado en reconocimientos externos bajo la forma de acreditación de programas, e incluso la oferta de una nueva licenciatura, así como de la perspectiva de nuevas propuestas a nivel posgrado.
Esos logros y las iniciativas en curso nos ubican en la perspectiva de que en los hechos logremos avanzar paulatinamente en el cumplimiento de objetivos tales como la elevación de las tasas de aprovechamiento y egreso, el mejoramiento de la calidad de nuestros procesos educativos y la inserción oportuna y satisfactoria de nuestros egresados en los mercados laborales.
Luego de dos años de intensa actividad de la comunidad que me honro en encabezar, es oportuno reiterar nuestros objetivos y los compromisos a asumir para alcanzarlos.
En materia de formación de recursos humanos parece conveniente continuar los esfuerzos de consolidación de nuestros cuerpos académicos, pues en ellos reside nuestra principal riqueza y capacidad para cumplir con esta tarea fundamental, que en una perspectiva inmediata, permitirá hacer un mayor y mejor uso de su experiencia académica por la vía de su perfeccionamiento disciplinario y didáctico. De la misma manera es imperativo desarrollar e instrumentar las acciones necesarias que permitan llevar a la práctica las aspiraciones plasmadas en las Políticas Operativas de Docencia.
También se vislumbra como una posibilidad real el brindar a nuestros alumnos y futuros profesionales —tanto de licenciatura como de posgrado— el papel central que siempre han merecido en términos de mejores planes y programas de estudio, de optimización de espacios para la docencia y la investigación, de implementación de programas deportivos, culturales y recreativos, de creación de ambientes de aprendizaje significativo —apuntalados por el uso de tecnologías de la comunicación y la información—, y de desarrollo de estrategias de apoyo para su transición al mundo del trabajo, tales como cursos, proyectos de servicio social, estancias profesionales, etcétera.
En el plano de la investigación, para refrendar la posición de liderazgo y aún explorar plausiblemente nuevas temáticas y metodologías, es menester apostar al fortalecimiento de los perfiles académicos, a la experiencia y vocación de nuestros investigadores para que en torno a la idea de cuerpos académicos estemos en posibilidad de sacar mejor provecho de nuestro potencial. Por supuesto, las condiciones en términos de infraestructura, espacios de vinculación con pares de otra latitudes o con el mundo productivo también deben enriquecidas.
De más está decir que dichas orientaciones encuentran en la revitalización del quehacer cultural una fuente de riqueza institucional y una modalidad de servicio público que no podemos desaprovechar si queremos refrendar nuestra vigencia como institución universitaria de carácter público.
Finalmente tenemos también la tarea de fortalecer nuestros procesos internos de gestión y soporte universitario por la vía de la creación de una cultura de servicio, a través de la capacitación y desarrollo del personal administrativo, del fortalecimiento de la comunicación e integración entre la academia y las instancias de apoyo de Rectoría y Secretaría, de la adopción de procedimientos innovadores que permitan mejorar la calidad en la prestación de los servicios a la comunidad universitaria, de la medición y difusión de resultados por medio de un sistema de indicadores y del fortalecimiento de la planeación y presupuestación de nuestras actividades. Todo ello, en épocas de un creciente interés por la rendición de cuentas y la transparencia propias a toda institución pública, nos permitirá dejar testimonio del valor e importancia de nuestro proyecto institucional.
Así pues, deseo que la lectura de este informe brinde a la comunidad universitaria los elementos para una mejor comprensión de esta etapa de nuestro desarrollo institucional.
1 Formación de Recursos Humanos; II) Aportación al conocimiento; III) Extensión y Difusión Universitarias; IV) Infraestructura; V) Integración de los Universitarios; VII) Condiciones para la Vida Académica; VIII) Multidisciplina; IX) Organos Colegiados; y X) Planeación, Presupuestación, Evaluación y Sistemas de información.