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VII. Organización, Administración y Recursos

Las obras materiales

No podemos ignorar la presencia molesta de las obras de reconstrucción del edificio central a lo largo del año.

El principio de año, sobre todo, fue difícil y efervescente porque a la necesidad de reconstruir se sumó la carencia de información. No era posible informar con precisión qué estaba haciendo, por qué y cómo se llevaba a cabo, en qué fecha terminaría, en fin, información que permitiera a cada quien organizar su trabajo.

Fue una situación muy desagradable que afectó a todos, y sin embargo, es preciso reconocer que la actitud de la comunidad en general, del sindicato, de los profesores y de los trabajadores ante las obras de reconstrucción fue muy positiva.

A pesar de la imprecisión en dictámenes técnicos, falta de difusión de planos y proyectos y del programa de obras, la comunidad comprendió que eran trabajos fuera del ámbito de decisión de la Unidad que se hacían en beneficio de todos y que esto implicaba una interferencia con los trabajos normales.

Aceptó, sufrió las molestias y aportó un esfuerzo adicional. En muchas ocasiones tuvo que trabajar en condiciones inadecuadas, cambiar de espacio, compartir lugares y convivir, en fin, con este problema adicional.

Reconozco que fue muy difícil mantener una adecuada coordinación con los responsables de las obras. A pesar de los acuerdos para que en horas de trabajo se limitaran al mínimo posible estas molestias, frecuentemente interrumpían con ruido fuera de lo aceptable.

De hecho, el edificio central se volvió a hacer con la gente adentro, padeciendo polvo, vibraciones y ruido Afortunadamente a fines de año prácticamente estaba terminada la parte gruesa de la reconstrucción, sobre todo en el edificio central, cuyos servicios utiliza buena parte de la comunidad. En cuanto a las aulas sólo hubo trabajos en el edificio "M".

Observemos cómo una actitud positiva, a pesar de que haya una interferencia imposible de ignorar, puede llevarnos a realizar el trabajo normal, a no sacrificar la actividad académica.

Esta experiencia nos demuestra que hay en la comunidad un alto nivel de conciencia e interés por los trabajos universitarios. De no existir esta actitud por parte de los trabajadores, las obras pudieron interferir muy seriamente el trabajo de la Unidad, ocasionando una respuesta expresada en forma inconsecuente.

Durante el segundo semestre, como parte del acuerdo de levantamiento de la huelga en julio, la Unidad destinó muchos de los recursos de mantenimiento a resolver algunos problemas de higiene y seguridad, tales como la construcción de un espacio para depositar basura, la primera fase de los trabajos de corrección del sistema de drenaje (pendientes) en el área de cafetería, y de seis casetas de vigilancia, así como la adaptación de un nuevo local para el taller de impresiones. Con este esfuerzo no se resolvieron todos los problemas, sin embargo, sabemos que las obras y el mantenimiento relacionados con la higiene y la seguridad constituyen una tarea permanente en la Universidad.

En cuanto a la adecuación de nuevos espacios, las obras más relevantes fueron la instalación del Centro de Cómputo en el Edificio "I" y la adaptación de locales en el edificio de profesores para ubicar las computadoras adquiridas a fines de 1987.

En la planta baja del Edificio "M" se adaptaron dos locales; uno para las coordinaciones de licenciaturas y postgrado de la División de Ciencias Sociales y Humanidades y otro para los alumnos representantes ante el Consejo Académico y los tres Consejos Divisionales de la Unidad.

Dado que la dimensión física de la Universidad cobró una importancia tan grande durante este año, vale la pena referirse a dos asuntos adicionales, también relacionados con los espacios físicos.

Uno, que amenazó con convertirse en un conflicto grave para la Universidad fue el relativo a la planta piloto. Una vez más, hubo problemas de comunicación. Llegó a la Unidad información de que las condiciones de la planta piloto eran inadecuadas, que estaba afectada estructuralmente y había que desalojarla para proceder a reparaciones mayores.

La comunidad reaccionó con energía, tal vez con un exagerado pero justificado celo, en vista de los acontecimientos previos del rancho Santa Elena. En cuanto a los espacios académicos reaccionó pensando que hubiera la intención de afectar los programas planteados para la planta piloto.

Por gestiones debidas a la iniciativa de la comunidad se obtuvieron dictámenes técnicos adicionales y quedó claro que en efecto, había necesidad de reestructurar la planta, pero a juicio de los técnicos, los daños no eran tan graves como para poner en peligro al personal que allí trabajaba. No fue indispensable desalojar el edificio y se pudo definir con calma la forma de estructurarlo y hacer los trabajos.

Mediante un esfuerzo por entablar comunicación y difundir información, quienes resultarían afectados por estas decisiones contribuyeron a rectificarlas y a conseguir que la planta siguiera funcionando. Se dejó, desde luego, a la División correspondiente la responsabilidad de revisar a fondo los programas académicos que requieren redefinición, independientemente de la firmeza estructural del edificio.

El segundo asunto adicional en este ámbito físico, pero de gran trascendencia fue el nuevo afloramiento de una vieja inquietud, muy justificada -y yo diría que indispensable- para el adecuado funcionamiento de la Unidad, que es la exigencia de un edificio para la biblioteca que dé cabida a nuestro acervo bibliográfico (Gráficas 27 y 28) y que cuente con los requisitos mínimos indispensables para el servicio que requieren los programas académicos.

Ya era motivo de queja no contar con un espacio construido ex profeso para biblioteca, que tuviera la dignidad y las condiciones de funcionamiento indispensables; ahora, la insistencia de la comunidad es mayor. Requiere una biblioteca que permita el trabajo con las característica del sistema modular: una serie de espacios cerrados, porque hay muchas sesiones de estudio y discusión en grupo que requieren condiciones para evitar interferencias.

Si esta carencia se percibía claramente antes de las reparaciones al edificio central -había quejas por la deficiente iluminación-, la reconstrucción ha multiplicado los aspectos negativos de los espacios de la biblioteca con 14 muros de concreto en las fachadas.

En este momento es francamente difícil el trabajo en la biblioteca. El Consejo Académico, consciente de esta necesidad, ha tomado acuerdos al respecto. La Rectoría de la Unidad lo ha planteado con insistencia ante la Rectoría General y por conducto de ésta, ante el Patronato y otras instancias que pueden obtener los recursos indispensables para construir de inmediato la biblioteca de la Unidad.

Esta solicitud coincide desgraciadamente con la carencia de recursos económicos, pero estamos convencidos -y la comunidad así lo manifiesta en un clamor generalizado- de la indispensable necesidad del edificio para la biblioteca.

Adquisiciones de equipo y de libros

A finales de 1987 se destinaron $1,000'000,000 para la adquisición de nuevos espacios que apoyaran las tareas de docencia e investigación de las tres Divisiones, así como el servicio general de la Unidad.

En 1986, en materia de cómputo, la Unidad contaba exclusivamente con una máquina H.P. adquirida diez años antes y con dos microcomputadoras para el servicio de toda la comunidad, además de las tres computadoras con que ya contaba el Departamento de Política y Cultura de CSH.

Con los recursos de inversión asignados para 1987 la Unidad adquirió un nuevo equipo CDC-930; sustituyó el obsoleto H.P. 3,000 por un nuevo H.P. 3,000 de la serie 3 y compró 42 microcomputadoras, 22 de las cuales se pusieron en uso en el centro de cómputo para servir tanto a investigadores como a estudiantes. Cada División Académica obtuvo microcomputadoras para uso exclusivo de los investigadores. (11 para CSH, 2 para CBS y 3 para CAD). La administración central cuenta también con 4 de estas unidades, una para el Tronco Interdivisional, otra para la COPLADA, una más para la COSEI y la cuarta para apoyar trabajos de las coordinaciones administrativas.

Contamos con un nuevo conmutador electrónico marca Indetel para corregir el problema de las comunicaciones en la Unidad y como apoyo a las prácticas escolares, se adquirieron también un microbús y un autobús de 26 y 40 pasajeros, respectivamente. Con el mismo propósito, se sometieron a servicio y remozamiento total dos autobuses y una camioneta.

Durante 1987 la Unidad hizo un gran esfuerzo de asignación de recursos de inversión para la compra de libros y revistas para mejorar los servicios que presta la COSEI.

En 1986, año en que nos vimos obligados a cancelar la suscripción a 218 revistas y a adquirir únicamente 42 libros para las tres Divisiones, el monto total destinado a este tipo de compras fue de 25'000,000; en 1987, la suma destinada al mismo concepto fue de 65'000,000. De esta manera fue posible incrementar de 154 a 184 el número de suscripciones a revistas y adquirir 1,200 libros.

Relaciones laborales

La relación con los trabajadores de la Universidad, durante 1987 tratamos de mantenerla en términos de comunicación y respeto en lo que atañe a las condiciones específicas en la Unidad. Sabemos que las relaciones institucionales con la organización sindical corresponden a la Rectoría General y en este sentido hemos actuado como apoyo a las negociaciones generales con el Comité Ejecutivo del Sindicato.

No podemos ignorar -y esto importa destacarlo- la difícil situación que atraviesa el país, pero en particular la Universidad. Si algo se resintió en el año -y desgraciadamente no fue la primera vez- fue el impacto de las condiciones económicas en el salario de los trabajadores. Sobre todo, el ingreso de los profesores ha sufrido un deterioro real con relación al que históricamente habían tenido.

Los ingresos de los profesores, comparados a los que obtenían en las mismas categorías y niveles diez a doce años atrás, aun cuando en números absolutos han aumentado, en términos relativos equivalen a menos de la mitad.

Esta situación no es exclusiva de la Universidad pero sin duda aquí se torna aguda, y particularmente en los niveles académicos. Situación que además de ser injusta tiene efectos graves en la operación de los programas universitarios. Afecta, desde luego, la motivación de los profesores; afecta también su dedicación ya que tienen que buscar complementos para mantener un mínimo nivel de ingreso, y genera o incrementa las deficiencias y fallas en la presencia y en el cumplimiento de sus obligaciones.

De ninguna manera pienso que el hecho de reconocer el insuficiente ingreso de los profesores implica aceptar el incumplimiento al trabajo como respuesta; pero si supone apoyar su inconformidad y su lucha por obtener ingresos suficientes. Los trabajadores no están obligados a continuar con estos niveles salariales sin posibilidad de restablecer las condiciones previas, no únicamente porque ya existían, sino porque reconocemos que son justas y necesarias si pretendemos elevar el nivel académico de la Universidad.

Estamos en medio en donde la competencia existe y los profesores que destacan académicamente reciben constantes ofertas de trabajo en lugares donde pueden obtener mejores salarios. Desgraciadamente así hemos perdido cuadros valiosos cuyo formación ha costado un esfuerzo a ellos mismos y a la Universidad. Siguieron cursos de postgrado, se capacitaron y ante mejores opciones laborales con todo derecho han decidido abandonar la Universidad. El número de profesores con que cuenta la Unidad es similar al que tenía en 1980 (Gráfica 29).

Esta situación, además de deteriorar el nivel académico de la Institución constituye una descapitalización intelectual de proporciones nacionales en una situación donde las universidades del país deben ser fortalecidas y preservadas si queremos garantizar un compromiso intelectual con el desarrollo futuro del país.

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