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INTRODUCCION

Dos dimensiones de la vida universitaria pueden sintetizar la experiencia del año pasado.

Una fue la actitud de la comunidad en la convivencia y la relación en general. A pesar de que hubo una fase violenta de inconformidad y descontento por la venta del Rancho Santa Elena, al hacer un balance se puede afirmar que mejoraron la actitud y el ambiente, y se abrieron las posibilidades de análisis y comunicación entre órganos y miembros de la comunidad.

Otra fue constatar apreciaciones que conforme pasa el tiempo se vuelven más claras y sólidas: la enorme dificultad que implica construir una nueva universidad y la imposibilidad de resolver las necesidades de fondo en el corto plazo, problemas que van más allá de las decisiones inmediatas y de la consecución de un presupuesto adecuado, de mayores prestaciones para los profesores o de mejores instalaciones. Van, incluso, más allá de una actitud positiva de trabajo y pasan forzosamente por un periodo de duda sobre la orientación futura de la Unidad; tocan a la prospectiva -al diseño de la universidad que deseamos- y a la evaluación redefinir la Universidad y sobre todo, formar los cuadros académicos que requiere para concretar su desarrollo.

Conseguir todo eso toma tiempo. Mucho tiempo. Se refuerza, por tanto, la convicción de que urge trabajar en dos frentes paralelos:

Por un lado, en los problemas inmediatos, de carácter operativo, que estorban el entendimiento entre la comunidad, acumulan pequeñas fricciones y enturbian la conducción normal de la Universidad, tarea que resulta indispensable para contar con el ambiente mínimo que permita dirigir los avances de fondo.

Por el otro, en la construcción de la universidad que queremos, empresa en que debemos realizar un esfuerzo enorme porque evidentemente -y en eso si hay consenso- la universidad que tenemos no es la que queremos. Queremos otra.

Queremos una Universidad que cada quien ha idealizado, y que dentro de un esquema propio identificamos con el sistema modular, pero resultan ser muchas universidades distintas y no hemos llegado al consenso que nos permita identificar el rumbo hacia donde vamos, y este desacuerdo, otra vez, estorba nuestra marcha.

Como logros colectivos del año pasado, sin embargo, puedo identificar, en primer término, la creación de condiciones mínimas de respeto y confianza entre los miembros de la comunidad que nos han permitido dialogar e ir conociendo problemas en forma ordenada y razonada, discutirlos y buscarles solución.

Nuestro segundo logro del año, a mi juicio, fue cobrar conciencia de que es posible construir paso a paso la Universidad que queremos e iniciar un proceso serio de análisis, de reflexión, identificación de objetivos y construcción de un marco participativo de planeación, para acercarnos a ese modelo ideal de Universidad, esperando nunca alcanzarlo, para mantener la preocupación y la búsqueda de nuevos propósitos, la necesidad de evaluación y de realimentación como un proceso permanente.

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