III. La UAM y el compromiso con la sociedad
Para la UAM es especialmente importante establecer vínculos con distintos interlocutores colectivos de nuestra sociedad. Ello nos permite ampliar nuestros alcances, sumar esfuerzos, participar de manera más oportuna en la resolución de los problemas nacionales. Es por ello que durante el 2002 formalizamos y suscribimos 167 convenios generales y específicos de colaboración con distintas instituciones (45 universidades y entidades afines, 47 con el sector gubernamental, 30 con el sector privado, 27 con organizaciones sociales, 10 con organismos descentralizados y 8 con asociaciones diversas), con el fin de realizar actividades de investigación, docencia, desarrollo tecnológico y profesional, asesorías, servicio social, intercambio académico y cultural, así como evaluación.
De entre ellos destacan los realizados con la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura Federal, Cementos Mexicanos, el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional Indigenista, la Secretaría de Energía, Pemex-Refinación, el Banco Santander-Mexicano, S. A., o el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (Capfce), entre otros. Adicionalmente, se han establecido relaciones formales de cooperación con entes privados para la obtención de recursos financieros para solventar problemas específicos, a través de actividades de investigación y formación de recursos humanos con organismos no gubernamentales, como, por ejemplo, Convenios Generales de Alianza: Red para el Desarrollo Sostenible de México, A. C. (“RDS”).
En el plano interno de nuestra Universidad habría que mencionar otras iniciativas dirigidas al fortalecimiento de nuestros esquemas de vinculación. Entre ellas, sobresale la simplificación de los procesos y trámites administrativos relativos a los convenios patrocinados; se trata de un esfuerzo convergente entre Rectoría General, nuestras unidades académicas y el Patronato Universitario, a través de sus instancias de apoyo, con el objeto de eficientar nuestra relación con el exterior y de salvaguardar los tiempos, las necesidades y los requerimientos de los cuerpos académicos involucrados.
La Universidad Autónoma Metropolitana tiene por objeto formar profesionales e investigadores, organizar y desarrollar investigación científica y humanística en atención al avance del conocimiento en el contexto mundial y el horizonte histórico de México, así como preservar y difundir la cultura. La Rectoría General ha procurado, en la esfera de sus facultades y competencias, propiciar las condiciones óptimas para la realización de estas actividades, manteniendo una comunicación constante con todos los órganos administrativos y académicos de la Universidad. Hemos dirigido los esfuerzos y recursos disponibles al desarrollo y el fortalecimiento de nuestras tareas sustantivas, reconociendo la responsabilidad que ello implica, tanto para la protección de la autonomía de la Institución, como para devolverle a la sociedad los beneficios que genera la Universidad como comunidad del saber, la reflexión y el conocimiento.
Estos dos aspectos indisolubles de las realizaciones institucionales de la UAM, la autonomía y la consideración de su valor público, representan los referentes que orientan nuestro desempeño. En su significación más vigorosa, la Universidad ha cobrado un protagonismo estratégico en la sociedad contemporánea, como un centro de creación y transmisión del conocimiento que impulsa su fuerza sobre el orden económico, industrial y laboral en su más amplio sentido, y, también, sobre los escenarios político y cultural. No existe ninguna institución o empresa equivalente a la que se pueda transferir su misión en educación, investigación y cultura. La Universidad Pública es por ello insustituible como referencia obligada para el cumplimiento efectivo de las expectativas de desarrollo de la nación.
La UAM, a través de casi tres décadas, ha construido este espacio mediante una planeación racional, con el concurso de la comunidad universitaria y de las contribuciones de sus miembros más distinguidos, del empeño constante y responsable de profesores investigadores, y con el soporte sólido de funcionarios y profesionales administrativos. La viabilidad de la Universidad se cifra en la continuidad de estos esfuerzos constructivos.
En el contexto actual, el fortalecimiento de nuestras actividades sustantivas adquiere una relevancia capital. El balance de la situación nacional e internacional exige nuestra máxima atención. Pese a este difícil entorno, la Universidad conservó un presupuesto que le permitió, mediante estrictos lineamientos de planeación de gasto y asignación de recursos, proteger y mantener el ritmo y alcance de nuestras prioridades. Nuestra gestión se ha propuesto salvaguardar y consolidar a la UAM, con disciplina en el ejercicio de los recursos disponibles, en observancia escrupulosa a nuestro régimen jurídico de facultades expresas y a las políticas generales tendientes a garantizar la viabilidad institucional.
Todo ello bajo la premisa de cumplir con el compromiso que hemos adquirido con la sociedad, y que se hace visible en el desarrollo cabal de nuestras tareas sustantivas. Para ello es indispensable la rigurosa valoración de los medios con que contamos, así como la evaluación de las formas idóneas para actualizar y proyectar nuestros compromisos, a su cumplimiento no sólo eficiente, sino posible.
En este marco, y sin alterar las prestaciones de los trabajadores, ampliando además sus opciones para ejercer tales beneficios, se está logrando una mejor redistribución de los recursos de la Universidad. A este espíritu obedece la cancelación del programa administrativo denominado Tienda de Autoservicio UAM. Esta decisión fortalece el cumplimiento de las tareas sustantivas de la Universidad, en lo inmediato y en el largo plazo, cumpliendo los compromisos pactados con los trabajadores, entre ellos el de reubicarlos cuando haya cambios en los programas académicos o administrativos.
De la misma forma, asumimos la trascendencia de fomentar una cultura de la transparencia y la rendición de cuentas, que permita a la comunidad universitaria y a la sociedad, conocer el estado en el que se encuentra nuestra Institución. Así, en el año 2002, entregamos los estados financieros correspondientes a los ejercicios 2000 y 2001 a la Auditoría Superior de la Federación y a las comisiones de Educación y de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados. Al conocer esta información la comunidad universitaria podrá tomar mejor sus decisiones, racionalizar los recursos, y fortalecer el desarrollo de nuestra Universidad; y la sociedad dispondrá de elementos objetivos para evaluar nuestras actividades.
Durante el año que se informa, y prácticamente al inicio de mi gestión como Rector General, la Universidad sufrió una larga huelga, sensiblemente costosa, lamentable por sus efectos, que pudo haberla debilitado, exponiéndola no sólo a fracturas internas sino al deterioro en la percepción de la sociedad, a la que debemos nuestra existencia. Los estudiantes, que demandan de la Universidad su mayor fortaleza, fueron sin duda los más afectados en este periodo, representando para ellos una ruptura en la continuidad de su formación y en sus proyectos de vida; por su parte, las tareas de docencia e investigación que desarrolla el personal académico también sufrieron alteraciones significativas.
No obstante, con el esfuerzo de la comunidad universitaria se logró restablecer pronto la estabilidad de la Universidad, reactivando los proyectos suspendidos, recuperando la intensidad de las tareas de docencia, investigación y preservación y difusión de la cultura. La sociedad mexicana y la comunidad académica, nacional e internacional, han podido apreciar este esfuerzo, conservando en nosotros la confianza como Institución de excelencia.
Una preocupación constante de la Rectoría General ha sido, por tanto, establecer un marco más armonioso y menos conflictivo para el desarrollo de la relación bilateral; se han reconocido no solo los obstáculos que pudieran existir para el logro de este objeto, sino también, y sobre todo, las posibilidades para construir alternativas eficaces en las condiciones de diálogo que, con los consensos necesarios, preserven y protejan los beneficios sindicales, que inciden directamente en la protección de los derechos del trabajador, pero que permitan impulsar el mejoramiento institucional. Esto es decisivo para evitar los perjuicios derivados de un diálogo distorsionado en la relación laboral, que impiden reconocer las bondades del proyecto educativo al que pertenecemos todos y los intereses generales de la UAM. En este como en otros aspectos, corresponde a la comunidad universitaria, en última instancia, evaluar el alcance y la significación de nuestras acciones.
Nuestra Universidad es un bien público que interesa a todos, no sólo a los miembros de nuestra comunidad. El fortalecimiento de nuestra Institución en condiciones de estabilidad, reduciendo al máximo su vulnerabilidad y las posibilidades de riesgo, requiere de la acción convergente de la mayoría. La participación responsable en el funcionamiento de la Universidad, expresa y afirma la identificación y confianza que precisa el proyecto general de la UAM para ser operativo en el presente y para su fortalecimiento futuro, estructurando las expectativas de estudiantes, profesores investigadores, trabajadores administrativos y de la sociedad.
La Universidad contemporánea nace de la pluralidad y, en consecuencia, rechaza la unanimidad disciplinaria. Solo puede aspirar a consensos generales a largo plazo que engloben los intereses particulares inmediatos. Sin la identificación de estos valores superiores, que cohesionan a la comunidad académica, resultaría difícil cumplir las responsabilidades que la sociedad le ha conferido a la UAM y que nosotros reconocemos como legítimas. Somos por eso, una comunidad de propósitos.
Estos principios trascienden los efectos, en ocasiones negativos, que produce la división del trabajo y la especialización científica, y se relacionan directamente con los valores que definen las obligaciones de la vida académica. El ser estudiante y el ser profesor investigador, supone una elección entre una gama de posibilidades vitales y de desarrollo personal. Esta elección, siendo libre, implica responsabilidades compartidas, obligaciones indeclinables, sobre todo en una Universidad Pública, puesto que sus actividades, el conocimiento que produce y transmite, deben responder a las exigencias de producción del saber y, a la vez, a las necesidades de desarrollo social.
Los valores éticos y el reconocimiento de las más altas realizaciones del intelecto por su contribución al proceso de la civilización, del bienestar, de la calidad de la existencia, pertenecen a la tradición más arraigada de la historia de la Universidad. Este patrimonio cultural, nos permitirá cumplir, con plenitud, la misión del proyecto institucional; además, por si fuera poco, podremos lograrlo con sentido social y excelencia académica.