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I. INTRODUCCION

Para dar cumplimiento a lo establecido en el artículo 16 de la Ley Orgánica, presento ante este Colegio Académico y a la comunidad universitaria, el Informe del Rector General correspondiente al año de 1996.

Lo hago convencido de que el acto de informar contribuye al diálogo y a la reflexión colectiva necesarios para la definición de la trayectoria futura de nuestra casa de estudios.

En el marco del quehacer universitario, el informar sobre los diferentes asuntos de la Universidad se traduce en un ejercicio de análisis del trayecto recorrido por la Institución en el año anterior y en una recuperación de las experiencias y logros alcanzados por la comunidad.

La obligación de informar proviene del carácter público de nuestra Institución de Educación Superior. Del mismo modo que ponemos al alcance de toda la sociedad los frutos del conocimiento y las oportunidades de educación, damos cuenta del resultado de la gestión universitaria para que la sociedad, con la que estamos comprometidos y que financia nuestro desarrollo, conozca mejor el esfuerzo realizado y la necesidad de perseverar en el fomento de la educación pública superior, como una política estratégica del desarrollo nacional.

Debo decir adicionalmente, que la mejor defensa y promoción de la autonomía universitaria no resulta del aislamiento social. Por el contrario, proporcionar la información a la comunidad y a la sociedad tanto de las condiciones que guarda el trabajo universitario, y el resultado de las políticas aplicadas, como de la lógica de asignación de los recursos que la sociedad ha confiado a la Universidad constituyen el mejor resguardo de la economía.

La Universidad Autónoma Metropolitana es una Institución Pública de Educación Superior que por su propia naturaleza, vive con intensidad los problemas de su tiempo y de su sociedad. De ahí que haya sido afectada por las dificultades económicas que en los últimos años han surgido en nuestro país.

La crisis financiera y la caída del ingreso nacional ocurrida durante 1995 y parte de 1996, han tenido grandes costos sociales y todavía habrán de superarse sus impactos negativos sobre el conjunto de las actividades del país.

Para la Universidad enfrentar esta compleja coyuntura ha significado un gran desafío, pero sobre todo, ha representado un extraordinario compromiso de servicio y atención a los problemas de la sociedad.

La capacidad de la Universidad para enfrentar las desfavorables condiciones de la economía nacional, es un reflejo claro de su fortaleza institucional y del valor que la sociedad atribuye a su trabajo académico. Ciertamente a lo largo de nuestra vida institucional hemos construido bases sólidas de funcionamiento y una capacidad importante de respuesta a circunstancias desfavorables, pero sobre todo, estamos logrando que nuestras actividades gocen de niveles crecientes de prestigio por su calidad y compromiso con los problemas nacionales.

Ante un panorama incierto, resultó crucial la capacidad de la comunidad universitaria y de la Institución en su conjunto, para diseñar nuevas políticas que permitieran un ajuste adecuado a las nuevas circunstancias. Al mismo tiempo que se construyeron distintas plataformas para difundir en el espacio social la importancia estratégica de las tareas universitarias, la labor de comunicación ha estado soportada por el trabajo de extensión universitaria, las actividades de vinculación y un intenso programa de difusión cultural.

Al igual que en los años anteriores, la prioridad de la Universidad durante 1996, fue evitar que la inestabilidad económica y política desvirtuara y desvastará las tareas universitarias. Nos propusimos proteger el nivel de ejecución del quehacer universitario, al tiempo que se establecía un horizonte de crecimiento de la Universidad, en medio de la crisis, a través de la profundización y ampliación de nuestros mecanismos de planeación institucional.

En un contexto de dificultades financieras y a partir de las prioridades definidas en sus procesos de planeación, la Universidad establecio un amplio programa que tubo como objetivo principal la protección de su desarrollo académico y el mantenimiento, en lo posible de sus programas de mejora de las instalaciones físicas y de la infraestructura necesaria de apoyo a sus actividades docentes, de investigación, de difusión de la cultura y de tipo administrativo. La instrumentación de este programa a requerido de la aplicación de una política a un mas rígida de disciplina en el ejercicio de los recursos disponibles, así como de su cuidadosa asignación.

Con el sustento de dicho proceso integral de planeación, durante el periódo que se informa, alcanzó a un nivel importante de ejecución la propuesta que hice a la comunidad para mejorar el perfil académico de nuestros profesores, para crecer en instalaciones físicas, infraestructura de apoyo a las actividades docentes, de investigación y de difusión cultural y en general, lograr que la Universidad estuviera en condiciones de incrementar su potencial de atención a las nuevas y creciente demandas de la sociedad y del quehacer científico y humanístico.

Las políticas que hemos aplicado tienen un componente estratégico orientada a la búsqueda de un mejor posicionamiento de la Universidad en el horizonte del siglo XXI. En un mundo que cambia aceleradamente sus pautas de operación en materia económica, política y científica, la Universidad está enfrentando el desafío de transformar las distintas expresiones de su quehacer.

Para las Instituciones Públicas de Educación Superior, el fenómeno de la globalización representa un imperativo de transformación y una oportunidad para reafirmar su condición de empresa cultural y civilizadora en un escenario crecientemente complejo y competitivo.

El tránsito hacia nuevas formas de operación económica y de relación social basadas en el conocimiento, exige de la Universidad la impartición de una docencia de vanguardia, la realización de programas y proyectos de investigación de frontera y de alta pertinencia social, así como un programa de difusión cultural de amplia cobertura.

Nuestro tiempo sobre todo exige que la Universidad Pública preserve y fortalezca su carácter humanístico, que incremente su capacidad para transmitir su propuesta de tolerancia, preeminencia del conocimiento, respeto a la integridad de la persona y, en general, a los valores que le son propios.

También es importante que continúe su tarea de evitar la apropiación privada del conocimiento, de propiciar formas positivas de relación social y de que en la constelación de transformaciones que habrán de desplegarse en el nuevo milenio, el ser humano aparezca como centro y beneficiario de la acción colectiva.

Por ello y pese a la crisis, no bastaba con elaborar respuestas ante la coyuntura. Nuestra Institución podía y debía mirar hacia el largo plazo y, en esa dirección, era y sigue siendo necesario diseñar acciones que propicien permanentemente una inserción cada vez exitosa de la Universidad en la estructura mundial emergente.

La construcción de un horizonte de desarrollo efectivo de la UAM, en las próximas décadas, tiene una expresión importante en el despliegue de un conjunto de políticas orientadas a la ampliación, fortalecimiento y consolidación de sus cuerpos académicos, a la elevación de los niveles de habilitación del profesorado, a la superación y actualización continua de la docencia, a la mejora permanente de la eficiencia y eficacia del apoyo que la administración debe brindar a las actividades académicas, y a la ampliación y modernización de la infraestructura de apoyo a las actividades docentes, de investigación y de difusión de la cultura.