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VI. Situación de la Universidad a veinticinco años de su fundación

Durante 1999 se inició la celebración de los 25 años de la Universidad Autónoma Metropolitana. Es tiempo de pensar y revisar lo que es nuestra Institución, lo que fue, lo que puede ser o debería de ser en el futuro. Una Universidad mediante el diálogo de la comunidad que la integral puede muy bien, con inteligencia, considerar su vida, interrogarse, hacer un examen y ofrecer una perspectiva reflexiva respecto de lo que considera valioso o fundamental para su existencia.

Hay muchas Universidades públicas en México. En el área metropolitana, en los estados de la República, en todo el país se extiende el sistema nacional de enseñanza superior. La complejidad del panorama permite encontrar todo género de institutos, colegios, escuelas, Universidades. Unas modernas, otras con una larga historian que se renuevan constantemente, o no, cada una con objetivos particulares propios y todas compartiendo la meta de formar profesionistas. Cada Institución tiene sus objetivos y formas particulares, todas compartimos un compromiso con el conocimiento. La Universidad Autónoma Metropolitana es, como ellas, una Institución única, y debemos reflexionar en aquello que hace a nuestra comunidad universitaria distinta.

Reparemos un momento en lo que representa la Universidad en la tradición cultural de Occidente. La Universidad es un espacio diferenciado dentro de la sociedad más amplia en la que se inscribe. Ha sido desde la Edad Media un lugar privilegiado para la educación profesional, para la transmisión de conocimientos especializados, para la formación de capital intelectual. En suma, es una institución social especializada en la formación de cuerpos profesionales, en el cultivo de las ciencias y la técnica, la realización libre de la investigación, el diálogo y la creación.

La Universidad es el resultado de una tradición que, en su devenir, combina la continuidad con la innovación, la permanencia con la progresión, y cuyo objeto es preservar el pensamiento y crearlo. En su historian el pensamiento científico ha hecho sus progresos en la Universidad ya porque de él se esperase Ilegar a comprender la unidad cosmológica del mundo; ya porque se creyese en la utilidad intrínseca del conocimiento; o en la existencia de una íntima relación entre la moral, la ciencia y la felicidad; ya porque con la ciencia se creía poseer algo desinteresado, inofensivo, que se basta a sí mismo; ya porque es útil a la técnica, y ésta al hombre. Es cierto, las diferencias son grandes, sin embargo, sean cuales sean, está claro que a lo largo del tiempo la Universidad ha defendido un espacio de libertad para los hombres del saber.

La Universidad de la época moderna es un lugar privilegiado para la libertad. Ha defendido el libre ejercicio de sus tareas intelectuales, y en ellas ha dejado la impronta de su carácter, de su propio juicio y autoridad, para gozar de autonomía, pero siempre restringida por la responsabilidad de servicio. Es por eso una libertad que debe reconocer su demarcación, contenerse en la responsabilidad que implica. Como todas las libertades, existe como tal en la proporción de los límites morales y racionales con los que realiza sus quehaceres, en el cultivo del conocimiento y en el servicio a la sociedad.

No debemos perder de vista que el carácter de la libertad que la autonomía universitaria protege, está vinculada estrechamente con los propósitos de la Institución. La autonomía sitúa estos objetivos por encima de los muchos intereses individuales que confluyen en nuestra comunidad. En tal marco la autonomía de la Universidad adquiere pleno sentido como garantía de independencia de las presiones sociales o políticas, de los actores de la sociedad y el Estado.

La Universidad Autónoma Metropolitana es parte de la tradición que ha transformado la historia de Occidente. También las grandes definiciones sobre la naturaleza de la Universidad pública mexicana constituyen un legado fundamental para la UAM. En ellas reconoce una historia con la que se identifica, un punto de partida para la innovación y un compromiso indeclinable con la vida académica.
Nuestra Universidad nació hace 25 años como una respuesta a las crecientes demandas de educación superior. Para enfrentar este sensible problema del México de fin de siglo, se diseñó un proyecto que propuso la renovación de las formas de organización de la Universidad pública. Hoy, nuestra Casa de Estudios se ubica en una posición reconocida como modelo universitario valioso para la sociedad.

Esta evolución hace que se espere mucho de nosotros en los años que vendrán. Es de advertirse que la Universidad Autónoma Metropolitana desde su origen estableció, con la definición de un modelo de funcionamiento, límites a su desarrollo y delimitó el alcance de sus objetivos. Por ello no es la escala lo que define la importancia de la Universidad o la magnitud de los propósitos. La importancia de la UAM se sitúa en su fidelidad a la tradición universitaria, en el cumplimiento de sus obligaciones con la sociedad y en el valor de sus realizaciones académicas. Es, probablemente, esta actitud institucional la que hace que la UAM sea cada vez más significativa entre las instituciones de educación superior.

Tanto es así que la contribución realizada por nuestra oferta de educación superior en los niveles de licenciatura, maestría y doctorado, de cursos de actualización y especialización, organizando y desarrollando actividades de investigación humanística y científica, preservando y difundiendo la cultural tiene su lugar en el perfil del México contemporáneo.

La realización de nuestras tareas sustantivas se ha dado en el marco de un modelo de educación superior sustentado en la figura del profesor-investigador, la organización departamental y la gestión colegiada del debate institucional. Nuestro modelo se constituye en la pluralidad de formas de desarrollo académico con que se han desarrollado las unidades y divisiones.

En la Unidad Xochimilco el sistema modular de enseñanza que, en su momento, constituyó el experimento educativo más importante en la educación superior en México, se ha consolidado de diversas formas en cada área de conocimiento. El sistema modular ha colaborado, en el ámbito de la investigación, con la comunicación entre las diferentes disciplinas. La Unidad Azcapotzalco, en cambio, se caracteriza por su vocación por la docencia. Ahí se han generado modelos de innovación educativa y se promueve el cultivo de las profesiones. Esta orientación ha favorecido la investigación aplicada, sin por ello descuidar las tareas científicas y humanísticas. La Unidad Iztapalapa, cuya docencia se ha mantenido dentro de los usos tradicionales, se distingue por su orientación científica, en las áreas del conocimiento que hay se cultivan. Sin duda, las formas distintas de asumir las obligaciones universitarias se entrelazan en el modelo único de la UAM.
En nuestra universidad las tareas de investigación científica y humanística han de ser columnas que soporten y fomenten una mejor calidad en la enseñanza. Tenemos la convicción de que la investigación permite el mejor desarrollo de la docencia, ello le impone un sentido a las tareas y determina su trascendencia institucional.

No obstante la importancia del desarrollo científico, uno de los problemas que enfrenta México es el insuficiente financiamiento de la investigación, no por otra cosa el fomento de la investigación en la UAM se ha dado en un contexto de recursos escasos.

A pesar de lo anterior, la investigación que se realiza en la UAM ha llegado a participar de manera creciente en el avance de la ciencia y de la técnica, hacia sus fronteras. Nuestra Institución hace de este modo su aportación en los sucesos de nuestro tiempo. Pero hay que reparar en que esto se ha conseguido sólo cuando hay cuerpos académicos maduros, y ello merece ser ponderado.

De unos años a la fecha, por ejemplo, el número creciente de profesores con estudios de posgrado, el alcance del programa de becas y la presencia de nuestros académicos en el Sistema Nacional de Investigadores, expresa la fortaleza de la planta académica.
Visto en perspectiva, la consolidación de grupos de investigación con reconocimiento nacional e internacional es notable. Su desempeño se beneficia de los mecanismos de financiamiento disponibles en las agencias y fundaciones en México y en el extranjero, interesadas en la promoción del desarrollo científico.

Sin duda, a lo largo del tiempo, el efecto del progreso obtenido en las áreas de investigación se observa en la docencia al nivel del posgrado. Ahí encontramos signos decisivos de una tendencia al crecimiento en el número de estudiantes titulados. Es notable la velocidad que adquirió el proceso de ampliación de la oferta de nuestros estudios de especialidad, de maestría y de doctorado, lo que se acompaño de un incremento en su matrícula y en su egreso.

Un signo de la madurez institucional es que el posgrado se ha convertido en uno de los ejes más importantes del trabajo académico. Esto se debe a que encontramos en el posgrado la plena articulación de las actividades de investigación y docencia. Por eso no sólo ha aumentado el número de los programas, sino que las opciones se han ampliado. Es necesario señalar también que la calidad de la oferta del posgrado ha alcanzado un creciente reconocimiento nacional e internacional. Por su impacto en el financiamiento, destaca la incorporación de la mayoría de los programas en el padrón del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Pero la trascendencia de nuestra investigación en los programas de licenciatura no ha generado efectos generalizado que permitan destacar su importancia para la Universidad. Ello debe ser objeto de preocupación y cuidado de la comunidad universitaria.

A pesar de las limitaciones, lo alcanzado a 25 años de la fundación es verdaderamente motivo de orgullo, pero también oportunidad para observar críticamente los resultados debemos hacer una honda reflexión que nos permita comprender la magnitud de los desafíos. La importancia de los problemas y la dimensión de las carencias que hemos de enfrontar. Podemos reconocer en nuestro horizonte retos significativos que nos señalan la necesidad de mejorar y cambiar nuestro desempeño. Por ello, es fundamental que discutamos sobre el futuro.

Sin duda es imperativo que la investigación no sea pretexto para descuidar la docencia, que no se desatienda el cuidado y la promoción cultural, por que se crea que tiene menos importancia o que reporta poco provecho, pues con ello minamos el valor de nuestro modelo académico.

Insisto, son ya 25 años, mucho nos ha confiado nuestro país y debemos protegerlo. No olvidemos que la idea que nos da el fundamento, por simple y sencilla que parezca, es la educación de los jóvenes. Recordemos que en la tradición de Occidente la educación ha tenido dos fines, la formación intelectual y la preparación de l ciudadano ninguno mejor que el otro ni más importante. Estoy convencido de que es posible hacer muy bien y con excelencia las dos tareas por el bien de México.

Cuando reflexionamos sobre nuestra Universidad es inevitable reparar en la expresión que la define escuetamente como la Casa abierta al tiempo. Con ella se hace una referencia nada ingenua, ni siquiera accidental, a la supuesta oposición entre estructura e historian entre estabilidad y cambio. Nuestra institución se ha caracterizado por su capacidad para cambiar e innovar.

Nuestra fortaleza institucional descansa en las formas colegiadas que gobiernan a la UAM. Esta claro que ahí debemos discutir a fondo los mecanismos para mejorar el desempeño de la Universidad en todos sus niveles y que, por ello, tenga mayor capacidad de respuesta a las demandas del país. Hace falta un intenso debate en los consejos académicos, en los consejos divisionales y en el Colegio Académico para llegar a las soluciones que exige nuestro futuro.

En el balance retrospectivo del desarrollo de la Universidad Autónoma Metropolitana podemos señalar los puntos de inflexión, las decisiones fundamentales que han modelado nuestra realidad actual. Sin duda, somos resultado de nuestra historian pero nuestro pasado no cancela las opciones del porvenir. Nuestra historia ha de ser el fundamento de nuevas realizaciones, ahí habrá de nutrirse nuestra capacidad de cambio. Fieles a los valores y principios que confrontan nuestro legado como institución universitaria pública.

La capacidad cooperativa, la comunicación que existe al interior de nuestra comunidad, la actitud comprensiva, la convicción firme de servicio, son virtudes probadas a lo largo de nuestro cuarto de siglo. Y son el fundamento que habrá de proyectar a nuestra Institución a nuevas posibilidades de desarrollo.

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