RECTOR DE LA UNIDAD AZCAPOTZALCO

Lic. Edmundo Jacobo Molina
(07 de julio de 1993 -06 de julio de 1997)

Discurso pronunciado en su toma de posesión.

Estimados miembros de la Junta Directiva de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Sr. Rector General.
Compañeros Universitarios.

Les agradezco su presencia a este acto donde encuentra su término un intenso proceso universitario que se ha caracterizado por el respeto, la pluralidad y la participación. Como en todos los procesos universitarios, cada instancia ha tomado responsablemente decisiones trascendentes que nos obligan al conjunto de la comunidad y que ciertamente despiertan el debate, que por las vías institucionales hemos visto desarrollarse.

Cuando decidí tomar parte en este proceso, el sentido de mi participación era encauzar un conjunto de inquietudes en torno al futuro de la Unidad. Con agrado me encontré con interlocutores para la discusión en los grupos de investigación, en las Áreas y en los Departamentos. Me hallé, además, en un ambiente propicio para el intercambio de ideas y con una amplia disposición de la comunidad para escuchar diversas opiniones y proyectos sobre el desarrollo de la vida académica. Creo que para todos debe ser muy satisfactorio que nuestra Unidad tenga la capacidad y la madurez para organizar sus procesos de recambio dentro de los marcos institucionales y con un espíritu de tolerancia de nuestra rica diversidad académica.

Por ello quiero, en mi primer acto como rector, expresar mi reconocimiento a los distinguidos universitarios que participaron dignamente en este proceso. Estoy seguro que continuarán comprometidos con la Universidad y espero ganar con mi trabajo, su adhesión.

Quiero, a lo largo de este texto, ratificar mi compromiso ineludible con un núcleo de valores y principios que orientan mi quehacer y que servirán de guía a mi gestión. Permítanme reafirmarles mi compromiso con la universidad pública. Durante casi veinte años de mi vida profesional, mi vocación ha sido servir a las instituciones de educación superior; hoy tengo oportunidad de hacerlo desde una posición de mayor responsabilidad, estoy consciente de lo que esto implica.

Además es para mí muy importante hacer público mi reconocimiento a la paciencia y solidaridad de mi familia: Judith, Ivan, Nadia y Frida, sin cuya fortaleza no hubiera podido participar en este proceso.

En la Unidad Azcapotzalco hemos tenido el privilegio de que los puestos de dirección hayan sido ocupados por universitarios responsables, que han sabido reconocer las dificultades del momento y darle dirección al desarrollo de la Unidad. Todo ello, con un profundo sentido institucional y buscando fortalecer el proyecto común de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Hoy gozamos de un ambiente de mayor respeto y tolerancia, y podemos enfocar nuestros esfuerzos a los problemas académicos, gracias al trabajo y dedicación de la Dra. Sylvia Ortega, cuyo compromiso con la educación superior todos reconocemos y admiramos.

Nuestra Unidad tiene una larga y continua tradición que es nuestro deber mantener y hacer fructificar. La enorme e histórica labor de la comunidad universitaria, dedicada a las tareas de investigación y docencia, constituye un legado significativo que nos obliga a dirigir nuestros esfuerzos con mayor precisión y claridad a la renovación y fortalecimiento de nuestra vida académica.

La Universidad es una institución superior de cultura. Su objeto fundamental de trabajo es el conocimiento, su tarea central es el ser humano, en su complejidad y diversidad. Es en estos parámetros que entiendo la vida académica: la que se dirige a formar profesionales cultos, la que culmina en las tareas de investigación, la entiendo como una vocación humanística, que encuentra su realización en la ciencia y en las diversas disciplinas que conforman nuestro horizonte civilizatorio.

Sin embargo, es necesario reconocer que la Universidad se encuentra sujeta a una fuerte crisis, tanto en el contexto internacional como nacional.

Crisis que inicia con la ruptura de los grandes discursos que organizaban la imagen del mundo, y que se expresa en la disolución de las formas tradicionales de organización del conocimiento. La pérdida de las certidumbres, la fragmentación disciplinaria y la transformación de los lazos tradicionales entre el conocimiento científico y la vida social, han modificado sustancialmente el fundamento de los centros de educación superior.

La Universidad como Institución está obligada a cambiar, a encontrar su lugar en un nuevo horizonte de desarrollo cultural. En este nuevo horizonte, la internacionalización de los valores y del conocimiento es uno de los elementos propulsores del cambio.

En México nos enfrentamos a una severa crisis de credibilidad: la educación superior y sus funciones sustantivas han sido objeto de una severa devaluación social. Devaluación que se expresa en la penosa situación del financiamiento. Es necesario admitir que tenemos, en parte, responsabilidades en esta crisis, especialmente en lo que toca a las formas de asignación de los recursos financieros. Mayor disciplina presupuestal y la aplicación de una racionalidad académica en la distribución del gasto, han demostrado ser importantes instrumentos para mejorar la posición financiera de nuestras instituciones.

El deterioro de la imagen social de la educación superior tiene una especial gravedad para la universidad pública.

Esta situación es muy delicada. En un país como el nuestro, es impensable la enorme tarea de formar los recursos humanos calificados para el desarrollo, sin la participación de la universidad pública. Antes de que se la condene al abandono, los universitarios tenemos la obligación de reivindicar frente a la sociedad nuestro quehacer.

Defendemos la universidad pública fortaleciendo su vida académica, para ello la piedra angular es la autonomía que nos permite definir un proyecto universitario, de cara a la sociedad, sustentado en los valores del conocimiento.

México tiene numerosos problemas que resolver, problemas que se han ido acumulando a lo largo de décadas y a los cuales no hemos sido capaces de encontrarles adecuada solución. El problema fundamental de México, como decía el maestro Silva Herzog, "el problema fundamental de México es hacerlo". Estoy convencido que desde la Universidad realizamos una labor constructiva, que la ciencia, la técnica y el conocimiento, que las humanidades y el trabajo creativo de la vida académica, contribuyen sustancialmente a la construcción de la nación. Esto puede parecer grandilocuente o desmesurado, pero estoy convencido que expresa la dimensión del compromiso que tiene la Universidad con el país.

Como universitarios tenemos una responsabilidad fundamental con la sociedad, con nuestra sociedad mexicana "agitada por inmensas necesidades que no logra satisfacer nuestra impericia" y que por ello no puede darse el lujo de tolerar el dilettantismo. Esto lo comprendió y lo expresó admirablemente Justo Sierra en su discurso inaugural de la Universidad Nacional, cuando afirmó: "No quisiéramos ver nunca en ella torres de marfil, ni vida contemplativa, ni arrobamientos en busca del mediador plástico; esto puede existir y quizás es bueno que exista en otra parte; no allí, allí no".

Tenemos en México urgencia de ciencia, de profesionales de altísimo nivel, tenemos urgencia de conocimiento, de crítica sólida y de saber creativo. El tiempo mexicano es, como siempre, apremiante.

La misión de la Universidad se expresa primero en el cumplimiento de sus responsabilidades frente a la sociedad. Pero tiene su espacio fundamental de realización en el trabajo de nuestros académicos.

Recientemente el Consejo Académico de la Unidad aprobó el documento sobre la misión, ofrenciéndonos con ello un excelente instrumento de reflexión sobre nuestras prácticas.

Para que este texto no sea letra muerta, debe ser compartido por la comunidad, llevándonos a que cada uno de sus miembros se reconozca en él. Por ello debemos verlo como una plataforma para la formación de consensos, debemos llevarlo a las Áreas, a los Departamentos y a las Divisiones para problematizarlo.

La misión de la Unidad, más que un documento, es producto del quehacer de la comunidad, de la dirección y sentido de las prácticas cotidianas que han de orientarse a cumplir los fines de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Reconocer el papel de las diversas actividades que realizamos en la formación de profesionales, en la investigación básica, en la aplicada, en las humanidades y en las ciencias en general, representa afirmar nuestro carácter universitario y nos permite proyectarnos al futuro desde la plataforma de nuestra vida académica.

Es importante reconocer que no podemos volver al modelo original, que el imperativo es postular un proyecto que, recuperando nuestras tradiciones, nos permita afrontar los retos inmediatos, resolver nuestras diferencias y afirmar una identidad renovada que sea capaz de expresarse más allá de nuestro ámbito próximo.

Recordemos que nuestro modelo se delineó hace casi 20 años, frente a la ola expansiva de la matrícula de educación superior. Hoy el país es otro, la profesionalización que ha sido un elemento central del modelo original, la debemos ver, por ejemplo, desde el horizonte del posgrado, donde tenemos la capacidad de articular la excelencia de las licenciaturas, las tareas de investigación y la difusión del conocimiento. El posgrado, más que una moda, es eje de la organización de la Universidad contemporánea y ciertamente no debe privilegiarse a costo de la calidad de las licenciaturas, sino que es la posibilidad para que éstas se desarrollen, en la medida en que fortalece y armoniza el conjunto de las actividades de nuestra comunidad académica.

La Universidad Autónoma Metropolitana tiene la potencialidad para hacer aportaciones significativas al desarrollo de nuestro país. Su diseño organizativo, donde convergen tres modelos diversos de organización de la academia, es una fuente riquísima de experiencia, para la educación superior. La diversidad que caracteriza a la Universidad, la encontramos reflejada en la multiplicidad de sus resultados y en la generosa variedad de servicios que ofrece a la sociedad.

En la vida interna de la U.A.M. la Unidad Azcapotzalco ha de participar más intensamente en los debates sobre el futuro de la Institución. Tenemos una identidad y una forma propia de concebir los problemas, desde donde habremos de enriquecer el proceso de desarrollo de la Universidad en su conjunto.

En el mismo sentido, en Azcapotzalco hemos de estar muy atentos a los procesos internos de las otras Unidades, desde donde es imperativo recuperar experiencias, aprender de los éxitos y los errores y nutrirse del bagaje académico que hace de la Universidad Autónoma Metropolitana un modelo exitoso de educación superior en México. Por ello debemos buscar establecer mecanismos más eficaces de colaboración e intercambio.

Para renovar nuestro proyecto académico y consolidar el modelo universitario que representa la Unidad Azcapotzalco, es necesario detener el deterioro y la fragmentación que sufre el desarrollo de la vida académica.

En el pasado hemos visto dolorosamente, un proceso de abandono de nuestras tradiciones, de dispersión de los grupos de investigación, de fuga de profesores de alta calidad, la grave generalización del desaliento y la fatiga en ámbitos estratégicos de la estructura universitaria. Es necesario revertir estos procesos y establecer un ambiente de trabajo adecuado para el sano desarrollo de nuestra Unidad.

Es imperioso reconstruir y renovar la autoridad de quienes han de guiar el trabajo de los grupos de investigación. Fortalecer los liderazgos académicos, no sólo para que ocupen cargos en la estructura institucional, sino fundamentalmente para que animen y orienten el trabajo en todos los ámbitos de la Universidad. Impulsar la formación y el reconocimiento de estos promotores académicos ha de ser una de nuestras metas.

Se estructuran los liderazgos en la formación académica y en el trabajo en los grupos de investigación. Se consolidan en la discusión y la formación de consensos sobre el desarrollo de los proyectos y programas que organizan las tareas concretas que realizamos cotidianamente en la Unidad. El liderazgo académico tiene su fuente en el consenso y la autoridad, que resultan del trabajo serio y responsable que se desarrolla en los cubículos, los talleres, los salones y los laboratorios.

El proceso de afirmación de los valores de la vida académica, junto con la formación y renovación de los liderazgos universitarios, darán acceso a nuevos interlocutores al debate institucional, lo que seguramente generará dinámica de innovación y reforma en nuestra Unidad. El cambio, dentro del horizonte de valores que compartimos como universitarios, fortalece a la Institución y le garantiza mejores y más fructíferas realizaciones.

Esta tarea es responsabilidad de toda la comunidad. Yo los invito a invertir un mayor esfuerzo para impulsar el fortalecimiento de nuestra vida académica.

Los profesores-investigadores, son la pieza fundamental de nuestro quehacer. Es necesario mejorar las condiciones de su trabajo cotidiano y eliminar las trabas que frenan su desarrollo personal y profesional. En este sentido, es especialmente preocupante el deterioro de su calidad de vida. Creo que en la Universidad, debemos seguir buscando fórmulas que impulsen mejores retribuciones al trabajo, donde se reconozcan las especificidades disciplinarias y las trayectorias profesionales de cada persona.

En lo inmediato, la Universidad Autónoma Metropolitana tiene el reto de formular un modelo de carrera académica que garantice la valoración adecuada de las diversas tareas y actividades, de acuerdo a las características particulares de cada disciplina; que ofrezca incentivos a la permanencia y a la promoción, así como establezca un reconocimiento diferenciando a los distintos grados y méritos del compromiso y el desarrollo académico de nuestros profesores.

Con un modelo claro de carrera académica, podremos superar la dinámica del corto plazo que ha generado el sistema de estímulos que funciona en la Institución. Es urgente organizar un esquema que fomente el trabajo en plazos más amplios, al tiempo que impulsa las tareas y proyectos de largo aliento.

Es fundamental, observar la pluralidad de carreras académicas que las diversas disciplinas generan con su dinámica específica y encontrar mecanismos adecuados a la rica variedad que caracteriza al horizonte de la Universidad.

Impulsar el desenvolvimiento y la superación profesional de nuestros académicos es un imperativo para pensar el futuro de la Universidad Autónoma Metropolitana. Mejorar cualitativamente la composición de nuestra estructura académica, es una responsabilidad que compartimos las autoridades, los órganos colegiados y los profesores. Un instrumento para ello son los programas de becas para estudios de posgrado, pero debemos encontrar fórmulas adecuadas a cada disciplina y trayectoria académica. La profesionalización no es una propuesta excluyente que pretenda devaluar a la comunidad universitaria, es en cambio una oferta de superación, que establece los parámetros del desarrollo de la Unidad en los años por venir.

Contribuyen a la constitución de la Universidad los estudiantes y los trabajadores, cada uno aporta valores significativos al desarrollo de la Institución y pertenecen con pleno derecho a la comunidad universitaria.

Es preocupante el descuido que hemos tenido respecto de los estudiantes y sus necesidades específicas. Es necesario poner mayor atención y cuidado a los requerimientos y problemas que caracterizan la formación de profesionistas y el desarrollo de la docencia. La formulación de proyectos académicos estudiantiles es una esfera que es importante promover. Por otro lado es relevante generar eventos que apoyen su desenvolvimiento escolar así como su formación plena como profesionistas y universitarios.

Nuestros egresados representan una parte de la Institución, su formación es resultado de nuestro esfuerzo, su desarrollo nos compromete y nos mantiene vinculados con la sociedad. Es imperativo formular políticas de atención e intercambio con los egresados, que permitan ampliar el espacio de acción de la Universidad y la generación de proyectos académicos comunes.

Es mi intención mantener una relación respetuosa con la representación estudiantil. Es importante que la representación estudiantil junto con las autoridades organicemos un proceso de evaluación continua de los servicios que reciben los alumnos, para mejorarlos y acercarlos más a sus necesidades.

La profesionalización de los trabajadores administrativos es una demanda creciente de la complejidad del desarrollo de las actividades académicas. La administración que sirve y apoya a la academia ha de estar en un proceso constante de capacitación y profesionalización, en un marco de mejora continua. Es necesario encontrar fórmulas de organización del trabajo que lo hagan más eficiente para la Universidad y más satisfactorio para el trabajador.

Respecto del sindicato quiero expresar el propósito de establecer una relación serena y sin conflictos. Mi disposición es para el diálogo, en un marco de respeto e institucionalidad. El desarrollo de la Universidad y el cumplimiento de sus objetivos es un valor común de la comunidad universitaria, que nos obliga a buscar el interés de la Institución por encima de intereses y valores particulares. Sólo bajo estas condiciones encontraremos los mecanismos más adecuados para promover el desarrollo de la Unidad.

Entiendo que la principal responsabilidad de un Rector es contribuir a generar el ambiente más adecuado para que las actividades académicas se realicen plenamente.

Cuando uno revisa las experiencias de modelos educativos exitosos en nuestro país o en otros, uno encuentra que en el núcleo de estos existe un ambiente tal que:

a) retiene a sus mejores académicos

b) propicia el intercambio de ideas entre ellos, así como la sana competencia

c) reconoce a sus líderes, no por la posición que ocupan en la estructura directiva de la Institución, sino por su contribución a la formación de recursos humanos y a la generación de nuevos conocimientos

d) son espacios en los que sus miembros se identifican con valores, principios y con un proyecto que da identidad a la comunidad en tanto que participa de una empresa cultural común

e) son espacios abiertos a su entorno y que propician la comunicación de sus miembros con los pares de otras instituciones.

f) espacios en general que posibilitan la generación de grupos de investigación, los estimulan y alientan

Es por ello que, entre otras cosas, debemos hacer de la Unidad Azcapotzalco un espacio habitable, donde, por ejemplo, tengan un lugar las manifestaciones más altas de nuestra cultura y seamos partícipes de un contexto más humano de desenvolvimiento de nuestras actividades cotidianas.

Ciertamente la infraestructura y los recursos financieros son condiciones necesarias pero no suficientes para pensar en un proyecto universitario. El reto de los próximos años es consolidar el espacio de desarrollo académico en la Unidad Azcapotzalco.

Para ello tiene especial importancia el desarrollo de las áreas de investigación. Las debemos consolidar como unidades organizativas básicas. Nuestras áreas han de surgir de las capacidades de trabajo específicas de los departamentos y divisiones y de las prioridades del desarrollo de la investigación y la docencia. Estas prioridades han de ser resultado de la discusión y el consenso de los grupos de investigación, las coordinaciones de docencia, y el conjunto de la comunidad en los departamentos y divisiones. Es necesario que las instancias colegiadas de la Unidad se aboquen la definición de políticas adecuadas para la formación y consolidación de las áreas de investigación.

En los grupos de investigación tenemos uno de los sujetos más importantes del desarrollo académico de la Unidad. Es necesario promoverlos y fomentarlos. Ofrecerles un espacio adecuado de desarrollo y eliminar los obstáculos para su plena consolidación.

Antes he señalado que podemos ver al posgrado como eje de articulación de las actividades académicas. A partir del posgrado la docencia y la investigación encuentran su forma más natural de convergencia. Desde el posgrado podemos impulsar la renovación de nuestras licenciaturas y promover el mejoramiento de la calidad de la docencia.

En la promoción del posgrado hemos de seguir una estrategia múltiple, donde seamos capaces de combinar esfuerzos y de hacer un uso más eficiente de los recursos disponibles.

En algunos casos nos encontramos con que los grupos de investigación han alcanzado la masa crítica suficiente para la generación de un posgrado de alta calidad; en estos casos es urgente impulsar y apoyar con los recursos necesarios las tareas que conduzcan a la formulación de los programas concretos.

En otros casos es importante que recuperemos la experiencia de las otras Unidades de la Universidad para aprender de sus dificultades y logros, y en algunos casos buscar la organización de proyectos comunes, de diverso tipo.

Encontramos también espacios en que es necesario abrir nuestras perspectivas hacia otras instituciones de educación superior tanto nacionales como extranjeras, para establecer mecanismos que impulsen el desarrollo de programas específicos de posgrado.

Debemos ver los estudios de maestría y doctorado desde una doble perspectiva, una encuadrada en la formación de profesionales de alta calidad y otra dirigida a la formación de investigadores. Esta doble naturaleza ha de ser objeto de reflexión y ha de marcar el sentido de las tareas de diseño y organización de los programas, de acuerdo a las características de cada disciplina y a los objetivos que la comunidad universitaria considere pertinentes y adecuados a las condiciones del modelo de vida académica de la Unidad Azcapotzalco.

El posgrado es una herramienta para la recreación de las profesiones que demanda el país. Sin embargo, es necesario observar que la docencia tiene una problemática específica que es imperativo atender. Requerimos de una docencia renovada, capaz de generar un perfil de profesionista mejor formado y con mayores capacidades para resolver problemas, adecuarse a condiciones cambiantes y aprender constantemente. Además, en el marco de la globalización del conocimiento debemos poner especial atención en la enseñanza de idiomas y en la calidad de nuestros programas y las curriculas escolares.

Debemos asumir nuestra responsabilidad en la formación de recursos humanos de alta calidad, para no generar egresados cuyo tiempo de vida útil en el mercado sea muy corto. Y sus expectativas de desarrollo personal y profesional se vean frustradas por las limitaciones de la formación universitaria que ofrecemos.

En la Unidad Azcapotzalco tenemos una tradición de investigación que es necesario recuperar y promover. El impulso de la investigación básica y el desarrollo de la investigación aplicada, el fomento de las humanidades y de las actividades de creación y recreación del conocimiento, conforma un universo de acción donde contamos con experiencia y tenemos una enorme potencialidad. Es necesario renovar el papel de la investigación en la Unidad y establecer parámetros más rigurosos para nuestro desarrollo futuro.

Un instrumento para el fortalecimiento de nuestra vida académica lo constituyen la planeación y la evaluación. Es necesario verlos como elementos útiles para el ejercicio de la autonomía universitaria, que nos permiten definir con independencia nuestro modelo académico y los procesos de desenvolvimiento de la institución. Pero también debemos aceptar que el ejercicio de la autonomía implica un compromiso público, que se tiene que ejercer de cara a la sociedad y de forma muy responsable.

La autonomía reside en la comunidad universitaria, en su capacidad para tomar decisiones y orientar el destino de la universidad. Por ello es necesario que los procesos de planeación y evaluación se realicen en las áreas y los departamentos, con una intensa participación de los grupos de investigación. Es fundamental que la presupuestación y la asignación del gasto se realice de acuerdo con las prioridades definidas por los profesores, a partir de los consensos que se logren en el debate y la discusión de los proyectos académicos. Es necesario que las decisiones sobre el destino de los recursos, estén guiadas por los valores que rigen la vida académica y que estén sujetas a las prioridades que establezcan los profesores- investigadores.

En este sentido, la evaluación es un recurso de planeación que no es excluyente, sino que permite reconocer nuestras características y definir y orientar la dirección de nuestras acciones en el futuro. Por ello la evaluación es un instrumento de la comunidad para transformar y ejercer efectivamente la autonomía.

La evaluación que realizamos con apertura y solidez, nos permite presentarnos frente a la sociedad y el Estado, con un proyecto académico propio, que puede ser juzgado y valorado con éxito por cualquier instancia académica, nacional e internacional.

En la Unidad Azcapotzalco nos encontramos en un momento crucial, con una oportunidad privilegiada para el cambio, donde podemos aprovechar un rico legado, retomar las banderas de nuestra tradición universitaria y promover una más sólida plataforma de desarrollo académico.

Quiero convocar a la comunidad universitaria de la Unidad Azcapotzalco a una larga campaña de movilización para mejorar el ambiente de trabajo, renovar nuestras actividades de investigación, docencia y difusión de la cultura, y proyectar hacia el futuro los valores que nos caracterizan como un modelo académico viable y solvente.

Reconozco que este es un camino difícil, donde el debate de los proyectos está abierto y donde se enfrentan una gran diversidad de intereses. Pero estoy convencido de que los valores de la vida académica son la guía que debe orientarnos. Creo, además, que constituimos una comunidad fuerte, con capacidad para construir un mejor futuro para la educación superior y para nuestro país.

MUCHAS GRACIAS