1. Informe de Rectoría
Dos propósitos han constituido la orientación cardinal de mi desempeño en el cargo de Rector de la Unidad: asumir responsablemente la convicción en las posibilidades innovadoras de la educación superior que implica el Modelo Xochimilco para comprometerlo formalmente, desarrollarlo y aplicarlo, activar la Universidad, darle presencia y buscar la participación.
En Junio de 1986, cuando asumí la Rectoría, la tarea de mayor urgencia era crear las condiciones que permitieran la vida universitaria en la Unidad. Estaba claro para mí que si este objetivo no se lograba todo lo demás carecía de sentido.
Urgía que la comunidad se sintiera interesada, comprometida con la Universidad. Para que fuera atractivo estar aquí era preciso borrar las mayores asperezas y conflictos, de modo que hubiera un clima donde la gente hablara con confianza y se sintiera estimulada para trabajar y proponer ideas, a sabiendas de que no sería atacada, inhibida o vilipendiada. Este objetivo, que se pudiera considerar secundario, en aquel momento me pareció – y me sigue pareciendo- fundamental.
Tal vez el mayor y más constante esfuerzo en la Rectoría ha sido buscar condiciones propicias para la vida universitaria y el quehacer cotidiano; procura que la Universidad no fuera una suma de enfrentamientos sino la forma de convivir en un espacio donde cada día hubiera avances, aunque modestos: motivos de comentario, de colaboración, de exposición, de satisfacción para cada una de las personas que aquí trabajan.
No pretendo suponer que este objetivo se cumplió plenamente ni que tengamos una Universidad nueva o distinta donde todos trabajan con entusiasmo y compromiso, pero creo que hay un significativo avance en nuestra forma de convivencia, y éste es un motivo legítimo de satisfacción, sobre todo si reconocemos las limitaciones en que hubo que conseguirlo.
La primera de ellas fue la económica. Las cifras y tendencias del salario del personal, y en particular el de los profesores, evidencian que sistemáticamente se ha ido deteriorando y explican la secuela de quienes se van porque encuentran una mejor oportunidad, porque tienen que complementar el trabajo académico con empleos adicionales, o se sienten poco entusiasmados ante tantas carencias.
A pesar de que nos pasamos el cuatrienio en instalaciones inadecuadas, edificios sin terminar, desalojos y obras que trastornaron el trabajo cotidiano, se aprecia la actividad creciente, una más alta producción del personal de la Universidad, mayor número de espacios abiertos al diálogo y la discusión, eventos, actividades y programas académicos.
A pesar de todo, el ambiente actual de la Universidad es de trabajo, de interacción y respeto; es mucho más abierto, y yo diría que más universitario. Dejo constancia de mi amplio reconocimiento y felicitación a todos los miembros de la comunidad que fueron capaces de hacer este esfuerzo.
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Si uno mide la evolución que ha tenido la Unidad en los últimos
cuatro años con indicadores de todo tipo, académicos – de
investigación y de docencia, de becas e intercambio-; operativos –de
producción editorial, eventos extracurriculares organizados-, o de eficiencia
administrativa, a pesar de los obstáculos y condiciones adversas todos
ellos demuestran un cambio de tendencia. En muchos casos el repunte es muy leve,
pero rompió con la tendencia descendente.
Este esfuerzo habla bien de la comunidad Xochimilco, de su voluntad de rescatar la Universidad y no dejarse llevar por el desaliento, apatía o frustración, hasta cierto punto comprensibles por la actual situación económica.
Si somos objetivos tendremos que reconocer que en este momento los alumnos se preparan mejor; se hace mucho más y mejor investigación que hace quince años.
También progresamos a pesar de los vaticinios y malos augurios de quienes desde una posición irresponsable afirman la total decadencia del sistema modular y el fracaso de modelo.
Resulta que a la hora de medir objetivamente resultados lo que vemos son avances, avances talvez no tan trascendentes y espectaculares como quisiéramos, pero sin duda valiosos, sólidos; un motivo de orgullo que no teníamos antes y que obtuvimos en un ambiente difícil.
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En un recuento general es preciso referirse a las metas inconclusas, a propósitos
en que avanzamos, pero que preocupan porque no conseguimos que cristalizaran.
La primera gran tarea en que avanzamos sin terminar –y tal vez hay que aceptar que en una universidad nada se termina porque todo está en proceso permanente de perfeccionamiento y revisión-, a la que brindé el máximo impulso y apoyo fue la decisión comunitaria de definir el proyecto de universidad que queremos.
No me asustaría que en un momento dado la decisión colectiva fuera que el Sistema Modular fue un error que nos costó muy caro, que no es viable y no tiene por qué seguirse; que fue una Utopía en la cabeza de algunos y que la práctica demostró que no funciona.
Si esta fuera la conclusión no me preocuparía, pero en el caso de que la Unidad se acercase a esa conclusión, como universitario exigiría que fuera producto de una discusión profunda y de un análisis claro sobre las condiciones de la Unidad.
Lo intentamos, trabajamos con tesón, obtuvimos distintos logros parciales y a través del Consejo Académico llegamos a plantear o que consideramos que deben ser las bases conceptuales de este Modelo Universitario. Personalmente creó que esas bases son correctas; creo que el planteamiento es sólido, que es producto de la experiencia, que está describiendo no a la Universidad de hoy, después de una experiencia y de sostener ciertos valores enriquecidos con la propia experiencia, quitando tabús, rompiendo límites.
Las bases conceptuales que llevamos al Consejo Académico expresan lo que piensa en este momento una parte de la comunidad sobre nuestro modelo universitario; modelo que debe ser sancionado, institucionalizado, o definitivamente erradicado, pero no puede pasar más tiempo sin que haya una decisión al respecto.
Estamos cerca de esa decisión y sería lamentable que por un cambio administrativo que o es fundamental en la vida de la Universidad, se perdiera un esfuerzo de grupos amplios de la comunidad, otra vez el Modelo quedara sin institucionalizar y siguiéramos en esta indefinición donde cada quién entiende el Sistema Modular, lo hace y lo critica a su manera, y cada quien escuda sus propias fallas o irresponsabilidades en carencias o imperfecciones de las que no podremos discernir si son reales o son postizas.
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En materia de docencia insistimos mucho en la necesidad de regularizar la vida
académica. Si queremos reconocimiento tenemos que empezar por sancionar
los programas académicos que ofrece la Universidad, y esto no es une
mero requisito burocrático; es una necesidad importante porque es una
forma de comprometer una actividad compartida entre profesores, alumnos y la
comunidad en general.
No haber logrado que los programas académicos fueran sancionados es un error que debemos corregir lo más pronto posible. Ciertamente hay avances, si volvemos la vista veremos mucho trabajo atrás y en algunos casos, proyectos que han pasado ya por el Consejo Divisional, pero todavía no llegan al Académico. Esa tarea no puede quedar inconclusa.
No se trata sólo de cumplir un requisito. Los criterios han cambiado con el tiempo y hay que reconocer que en algunas carreras (lo que ya es grave) no operan con módulos. La docencia no tiene nada que ver con el planteamiento original. Es preciso reconocerlos. Se imparten varias materias y al final del trimestre la suma de calificaciones simula una calificación de módulo. Habrá integración de cifras, pero no la hay de experiencia de aprendizaje; son distintos los contenidos que exponen varios profesores como cátedra tradicional; no hay visión de conjunto, no es el proceso convenido.
No es que sea un pecado tener de pronto una plática o una conferencia; bienvenida. Lo que está mal es que se dé aislada del proceso, que no se forme un todo integrado ni las experiencias se apoyen entre sí. Y esto tiene que clarificarse. El hecho de sancionar los programas permitirá llevar un control elemental y garantizar que si hay un programa oficial va a cumplirse.
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El Tronco Interdivisional es otro de los puntos neurálgicos de la Unidad.
Ha sido motivo de discusión hace muchos años, pero puedo afirmar
que ha tomado un nuevo aire y ya no es Liberia; dejó de ser el punto
de confinamiento y de castigo para los malos profesores, los que no aceptaban
las condiciones de trabajo o no estaban interesados en las condiciones de la
Universidad.
El último diseño del Módulo del TID parece ser valioso y adecuado. Además de facilitar la comprensión del Sistema Modular y del trabajo interdisciplinario – al menos en principio-, permite esa difícil introducción de los alumnos al desarrollo del trabajo intelectual. Es decir, ayuda a comprender el valor del conocimiento en el desarrollo de la civilización y de la cultura, y si bien tampoco allí podemos hablar de logros terminales, hay avances muy significativos.
En la historia de la Universidad se iniciaron muchas primeras actividades formales y por ende, tuvieron como número ordinal el primero: el Primer Congreso de Investigación de la Universidad, el Primer Congreso Departamental de Producción Económica, el Primer Congreso Departamental de Sistemas Biológicos, la Primera reunión de estudiantes de Agronomía, etc. Se hizo una larga serie de la cual muchas empezaron a crear costumbre, a repetirse y, con el tiempo, establecer una forma de tradición.
Será importante conservar y mantener la consistencia de estas actividades, de modo que se establezcan como momentos de evaluación, reflexión y crítica al trabajo cotidiano.
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En la Investigación los avances más importantes consistieron en
romper rigidices, tabús y límites autoimpuestos por los propios
universitarios que nos estaban haciendo mucho daño.
En primer término, aceptamos la idea de que la Universidad no tienen por qué aislarse de la sociedad y que el trabajo con tros organismos y grupos sociales no atenta contra los principios universitarios; que se puede trabajar con instituciones oficiales, es posible recibir dinero del Erario Público para proyectos específicos y colaborar con el Gobierno.
Hoy sabemos que esto no significa sacrificar de ninguna manera los principios de la Universidad, supedita el desarrollo universitario, ni renunciar a la autonomía. Al contrario: es un signo de madurez que implica estar seguros de lo que queremos, saberlo defender públicamente y poderlo relacionar con otras dimensiones del desarrollo, en otros espacios y con otras instancias en donde haya también aportaciones y apoyo a un trabajo conjunto.
Tendremos siempre la posibilidad de detenernos en el momento que juzguemos que se pone en entredicho la autonomía, la integridad de la Universidad o los principios éticos de los universitarios.
Toma tiempo establecer relaciones y no es fácil convencer a las instituciones externas de la valía del trabajo universitario, pero lo importante es dar el primer paso. Ese paso ya se logró, la comunidad está convencida de que es posible y deseable.
Esto no quiere decir de ninguna manera que vayamos hacia la privatización y de que aquí en adelante los intereses del capital privado van a determinar el desarrollo de la Universidad. Dependerá de la calidad, de la responsabilidad de lis universitarios, de su participación en los írganos colegiados en la operación misma de la Universidad. Pero el hecho de que hayamos roto estos tabús significa un paso adelante.
Los recursos resultantes todavía no son muy significativos, pero hay varios proyectos patrocinados desde el exterior fundados en el reconocimiento de la seriedad del trabajo de esta Universidad por parte de instituciones dispuestas a apoyar proyectos particulares con recursos específicos, y eso es importante.
En el caso del SIN, hoy sabemos que podemos estar en desacuerdo con sus criterios: podemos, inclusive, dudar de la validez de que exista un sistema de estas características en México y que ésta sea la forma apropiada de allegar recursos a los investigadores, pero no podemos dejar de ser realistas e ignorar que existe, que es una forma de reconocimiento al quehacer universitario, un lugar donde la imagen de la Universidad se valora y un espacio al que debemos ingresar.
Afortunadamente rompimos esa inercia. Presentamos una proporción grande de solicitudes y obtuvimos una buena respuesta. El ingreso de los investigadores ha dado confianza y ha permitido que la gente acuda al SNI.
Un empeño que se inició antes de este cuatrienio, pero al que dimos un gran impulso fue a la capacidad de difundir al exterior lo que esta Universidad produce. Este impulso se refleja en la pendiente de la curva que ilustra la producción editorial. Hubo realmente una conjunción de esfuerzos cuya primera aportación fue de los investigadores, su trabajo se sometió a una evaluación rigurosa en los comités editoriales y el resultado fue una gran producción editorial, no nada más en términos numéricos, sino en términos de calidad y de efecto de penetración.
Subsisten grandes problemas en los mecanismos de distribución y comercialización de publicaciones que no logramos superar. Lo intentamos por varios caminos y con distintas estrategias, y habrá que seguir buscando medios que nos permitan cumplir con el objetivo no sólo de producir libros sino de que éstos sean leídos.
En cambio, logramos abrir el ámbito para la presentación de libros y la difusión en periódicos, en revistas, en radio y en ocasiones, en televisión. Ampliamos no sólo los momentos de presentación de estos productos de la investigación universitaria, sino también el número de eventos académicos cuyo tema era nuestro trabajo de investigación. Seminarios, congresos, en fin, espacios de discusión con participación de expertos nacionales y extranjeros de muy alto nivel, en donde los universitarios de Xochimilco participaron de tú a tú para exponer el avance científico y el conocimiento generado en la Universidad.
Estos son logros que allí están; es preciso atreverse a reconocer y mantenerlos. No son mérito de alguien en lo personal. Nadie tiene el derecho a presumir estos méritos ni asumir la paternidad exclusiva de ellos, pero a lo que sí estamos obligados todos es a reconocerlo y a garantizar que se continúe, amplíe y multiplique, porque son las formas de consolidar el prestigio de la Universidad, de fortalecer sus programas, abrir espacios y generar confianza en esta Universidad, y de esta manera conseguir más apoyos para multiplicar los efectos del quehacer universitario.
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La Universidad ha sentido la nueva política estatal como una agresión
que nos obliga a buscar caminos de financiamiento y nuevas formas de estímulo
a los profesores, mecanismo imaginativos par subsistir dentro de esta situación
de falta de seguridad y de coincidencia con lo planteamientos básicos
que llegan del Gobierno.
El más grave problema que enfrentamos fue la carencia de recursos y las limitaciones salariales. No es aceptable que el Gobierno ignore la trascendencia del trabajo científico y la presencia de las universidades en el país y lo que implica perder esa capacidad de investigación, que no se repone en unos años.
Si tal política no se justifica por ningún motivo, hay que reconocer que la Universidad, con imaginación y con mucho esfuerzo, sobre todo por parte de Rectoría General, ha abierto nuevos canales que no sustituyen el salario de los profesores, pero que crean condiciones para que profesores de alto nivel, de alta productividad y de gran prestigio que honran a la Universidad y de alguna manera son garantía de su existencia, permanezcan en la Universidad sigan aportando conocimientos y obtengan, ya sea becas, estímulos o reconocimientos que además de compensarlos en lo académico y en lo moral, también los compensan económicamente y les permite dedicar su tiempo y su compromiso fundamental a la Universidad.
En cuanto a difusión de la cultura, extensión, servicio o cualesquiera de las denominaciones que en Xochimilco le hemos aplicado a estas actividades, hay cosas que también quedan claras, son una certeza o un patrimonio que antes no teníamos.
Hay el pleno reconocimiento de que este tipo de actividades no son ni deben ser ajenas a las divisiones académicas. Se hizo costumbre entre las instancias que tienen a su cargo estas actividades trabajar en colaboración y hay efectos claros:
La difusión de la cultura en la Universidad ya superó la connotación tradicional de atención a pequeños grupos de elegidos que saben apreciar las manifestaciones artísticas.
Se hizo un esfuerzo grande –tampoco suficiente ni terminal, pero sí perceptible- por abrir caminos, en donde queda claro que la difusión de la cultura es mucho más que organizar alguna actividad de música, teatro o pintura; que esto tiene que ver con la comunidad en general, con grupos sociales amplios, y que hay forma de llegar a esos grupos, según hemos hecho el esfuerzo y lo hemos logrado en muchas ocasiones.
Ejemplos relevantes de las múltiples actividades que la universidad impulsó, en ocasiones mediante convenios formales, en otras sin convenios, con municipios aislados con asociaciones civiles, sindicatos, grupos populares y organizaciones de todo tipo donde la Universidad tuvo una participación real, permanente y consistente con alumnos en plan de cumplir su servicio social y al mismo tiempo, un compromiso institucional.
Difundimos en doble sentido manifestaciones de la cultura más cercana a la tradición: con apoyo de otras instituciones, particularmente de las delegaciones del DF, conseguimos espacios de los que nos hemos apropiado, donde la Universidad ha estado presente fuera del campus universitario, ha participado con eventos de múltiples características y ha entrado en contacto con un público mucho más amplio que el propiamente universitario.
Pero a la inversa también lo ha conseguido: Abrir la Universidad hacia una población más grande que la formalmente matriculada en la Universidad es muy importante. El mejor ejemplo es la Galería del Sur, un espacio cultural no nada más para los universitarios sino para el público en general. Esto ocurre con la Galería, pero también con los auditorios, en exhibiciones de cine, teatro y de todo tipo de actividades.
En este sentido también han constituido una apertura los cursos de Educación Contínua. Cada curso es un espacio adicional donde concurre gente de fuera de la universidad que trae sus inquietudes y sale beneficiada con conocimientos específicos.
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En la Administración también reconocemos logros importantes. Los
más obvios –de ninguna manera los mayores- pero cuyo efecto psicológico
se suma al efecto físico real son los avances en la construcción,
el mantenimiento y la operación de los espacios físicos de la
Universidad.
Ante la carencia de espacios formales para el intercambio social de profesores y alumnos, por lo menos tenemos jardines bien cuidados y agradables donde da gusto estar y convivir, jugar, tomar una siesta o platicar con los amigos. Tenemos una Universidad mucho más limpia que, sin ser todavía el ejemplo de pureza absoluta, goza de un ambiente más agradable, ordenado y operativo donde se trabaja más a gusto.
Sin duda este logro incide en los demás. Estos cuidados menores, que también implican la responsabilidad de la comunidad cuestan mucho trabajo. Hay que mantener, cuidar, esforzarse porque la cultura de la limpieza, la higiene y el respeto por los espacios de trabajo se desarrolle más.
Hubo que reestructurar gran parte de los edificios y tuvimos que convivir permanentemente con el polvo, el ruido, la suciedad, la falta de orden, espacios cerrados donde no se podía trabajar, con la existencia de espacios provisionales que distan mucho de reunir las condiciones para la docencia, y a pesar de todos estos inconvenientes y molestias, la gente estuvo dispuesta, se comprometió, sacó el trabajo y además avanzó y dio más de lo que había dado antes.
En el campo de la administración también organizamos actividades que ocurrieron por primera vez. Reuniones sistemáticas como las Anuales de Programación, donde hicimos un esfuerzo por juntar a los responsables de la conducción académica y a las instancias de apoyo.
Deben repetirse porque demostraron ser útiles para coordinar el trabajo, a pesar de que en ocasiones canse y desespere el tiempo que toman o hagan sentir que el número de sesiones es tal que se nos va la vida en discutir y argumentar. Es cierto: en tales reuniones somos ineficientes, reiterativos, discutimos demasiado y perdemos mucho tiempo, pero no hay duda que al final les sacamos gran provecho.
Las confrontaciones, molestias y señalamientos de problemas han servido para corregir deficiencias, mejorar los procedimientos y aclarar la forma de operar, lo que a la postre redunda en un ambiente de más camaradería, mayor conocimiento de la Universidad y menos errores en los trámites, menos fricciones y molestias, aún cuando tampoco en esto logramos todo: sigue habiendo burocracia, se consumen tiempos innecesarios en los procedimientos: hay demasiadas firmas en cada papel, subsiste el desconocimiento sobre cuestiones elementales que entorpecen las decisiones, pero hemos avanzado.
Después de muchos años de deterioro logramos hacer inversiones significativas en mantenimiento de equipo, adquisición de nuevos equipos y reacondicionamiento de otros; hoy funcionan algunos que durante muchos años estuvieron parados. Muchas instalaciones en talleres se pusieron al día; en lo talleres de comunicación conseguimos también equipos que pusieron al día nuestras instalaciones y se readaptaron los espacios de manera que estamos en condiciones de operar y producir.
En áreas donde el equipamiento es menos notorio hay también avances significativos. Podría afirmar que en lo que se refiere a equipos de laboratorio e investigación, los proyectos registrados en los consejos divisionales, en un ambiente general de carencias, cuentan con los elementos necesarios para operar. Hablamos del material básico de mantenimiento, perecedero, combustible o consumible, pero la investigación y la docencia han operado.
De alguna forma empezamos a romper el conformismo ante la aceptación generalizada de la inexistencia de recursos, así como la indiferencia o la resignación consecuentes. Conforme hay inversión y mantenimiento se han multiplicado las necesidades y la exigencia de satisfactores. Es la reacción natural ante la posibilidad de obtenerlos.
Hay todavía una gran indefinición en lo que identificamos como espacios de servicio –que yo llamaba “espacios productivos” hace cuatro años-. El tiempo me ha convencido que es una mejor denominación llamarlos espacios de servicio, aunque en muchos de ellos el servicio implique producción. Uno y otro no se excluyen. Su función básica es el servicio, es disponer de un lugar que genere apoyos para la propia Universidad y para la sociedad en general.
Sin embargo tenemos problemas. Algunos espacios de los que estamos orgullosos funcionan bien y durante muchos años han mostrado su valía, como las clínicas estomatológicas. Es obvio, que no hemos satisfecho todas las soluciones pero podemos reconocer avances significativos si vemos hacia atrás. Es preciso advertir, sin embargo, que las clínicas están al borde del colapso. Operan heroicamente, con grandes limitaciones. Necesitan equipo nuevo, mantenimiento de fondo, permanente y adecuado, aspectos que no hemos logrado cubrir satisfactoriamente.
En otros casos simplemente no tuvimos oportunidad de realizar mayores intentos, como ocurrió con la Planta Piloto, donde subsiste el problema de operación prácticamente en las mismas condiciones que hace cuatro años.
No fue posible desarrollar un proyecto sensato y viable que pudiéramos promover. Es el tipo de respuesta que resulta indispensable. La planta está en pie, cuenta con un equipo valioso que hay que rescatar, reutilizar y complementar. Tal vez sea necesario cambiar la concepción original, darle un uso más amplio y obtener mayor rendimiento del potencial que tiene; en todo caso, la definición tendrá que surgir de los académicos involucrados en su operación con base en proyectos de investigación que se complementen.
Una de las razones que impidió enfrentar el proyecto de la Planta Piloto fue la necesidad de reconstruir el Edificio G, lo que obligó a vaciarlo y a encontrar espacios alternos. De esta forma la Planta Piloto estuvo saturada –por no decir invadida- con los refugiados del G.
Disponer del Edificio G a partir de hoy nos permitirá entrar en una etapa de normalización de actividades y –ojalá- en un análisis a profundidad de la Planta Piloto para aprovecharla a fondo.
Es preciso hablar de una experiencia que se mantiene como un recuerdo amago y como un motivo de molestia para toda la comunidad: la decisión dolorosa, tomada en condiciones que no permitían otra opción, de deshacernos del Rancho Santa Elena.
La cronología completa de este episodio fue expuesta con claridad y analizada ampliamente: Las precarias condiciones para que operara; la distancia, factor determinante en la escasa presencia y poca actividad académica, pasando por las condiciones de trabajo y de relación laboral, que lo anulaban como espacio de trabajo y de servicio, hasta la delicada situación política y social, de enfrentamiento con el modelo de producción en la zona, nos dejaban sin posibilidad de utilizar el rancho para el trabajo universitario.
Vivíamos bajo una presión política permanente que impedía a la Universidad garantizar la operación sana de los programas y contar el rancho como propio. Llegamos, inclusive, a situaciones de confrontación, de peligro para el personal de la Universidad.
Cuando se tomó la decisión asumimos la responsabilidad correspondiente. Las manifestaciones de la comunidad todos las conocemos – como sabemos que internamente la decisión cuestionó el modelo de servicio que la Universidad había adoptado-. Posteriormente, a través del Colegio Académico buscamos una forma de resarcir este terreno. Hasta la fecha no se ha logrado una definición clara y un proyecto concreto que permita contar con otra área que supla al rancho, o lo que denominamos ahora “Espacio B”, pero sigue en pie el planteamiento y se puede concretar. Los recursos están disponibles para ese fin.
Sin embargo, hemos avanzado en paralelo: disponemos de otras áreas donde las prácticas se han realizado, en condiciones diferentes, con un gran variedad de grupos sociales. Trabajamos con empresas, con ejidatarios, con comunidades, en distintos climas y diferentes latitudes. Se trata de un campo abierto y variado para las carreras y proyectos de investigación que requieren de esta experiencia.
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La superación académica es, al mismo tiempo, medio y fin. Es ingrediente
fundamental indispensable, si queremos lograr el objetivo de excelencia académica,
aspiramos a que se haga investigación de alto nivel y que la docencia
realmente se funde en la información última del avance del conocimiento.
Esto depende –como de hecho, toda la Universidad-, más que de ningún
otro elemento, de sus profesores.
Los profesores constituyen el factor básico crítico. Evidentemente no se concibe una universidad sin alumnos o sin personal administrativo, pero lo privativo y característico de la Universidad está en la calidad de sus académicos, de manera que si queremos hablar de avances en el conocimiento y no simplemente se atender escuelas, si aspiramos realmente a tener una universidad, la planta docente debiera recibir la máxima atención. Sólo así se elevará el nivel académico para hacerlo permanentemente comparable con el de otras universidades del mundo
En Xochimilco el Programa de Superación Académica tiene dos orientaciones. Por un lado, lo característico de cualquier Universidad que se respete, que es la profundización del conocimiento en cada área. Tal es el trabajo de maestrías, doctorados y especializaciones; el trabajo personal de investigación y superación en el campo específico de cada profesor.
Pero hay una segunda intención igualmente importante para un modelo como el nuestro, donde las consideraciones previas y al forma de operar la docencia son distintas. Tratamos de instrumentar una visión mucho más integral, compartida y enriquecida de los distintos enfoques.
Hacía falta una formación especial con estas características, y esa formación particular, relevante para el modelo, por distintas razones justificables, básicamente la falta de recursos y la falta de tiempo, se descuidó durante mucho tiempo. También se debió a la alta rotación de profesores.
Estamos ante una situación donde los profesores más calificados tienden a abandonar la institución porque reciben ofertas, sobre todo en términos económico, más interesantes, y porque inclusive, sus intereses de investigación se ven limitados por falta de apoyos, equipo, espacios y condiciones para satisfacerlos.
Este antecedente nos indicaba tener particular cuidado con la formación de profesores. De allí la decisión tomada hace más de dos años, de instrumentar un programa de Superación Académica que además, debía cumplir las complejas condiciones de no plantearse como una imposición adicional a las obligaciones normales que tiene toso docente universitario y de apoyar efectivamente la formación, para ser aceptado.
La idea es crear las condiciones que permitan que los profesores de la Universidad se desarrollen en toda la amplitud de la palabra, que tengan alicientes, posibilidades para mejorar su nivel académico, llevar cursos de maestría y de doctorado, en fin, avanzar en el saber en su área específica, pero además, que tengan una socialización en el ámbito de la Universidad, que compartan sus conocimientos y participen en el proceso colectivo de trabajo, para fortalecer el modelo universitario de esta Unidad.
El programa, que se orienta a la formación específica en campos particulares, coincidió con la creación del Programa y el Reglamento de Becas de la Universidad, que abrió oportunidades para profesores jóvenes, y posteriormente, con los estímulos y reconocimientos que significaban una retribución económica para quien se destaca.
Alrededor de este programa se generaron muchas inquietudes y actividades, todas ellas positivas, y en este momento podemos afirmar que ya tiene una dinámica reconocida, que hay grupos importantes interesados y participantes en este programa; que de continuar, garantizará una verdadera superación académica y una forma ágil de integración para los nuevos profesores.
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Desempeñar la Rectoría ha sido una experiencia enriquecedora en
muchos sentidos. Me ha dado a ganar, en primer término, el conocimiento
de la complejidad que tienen la Universidad, la comprensión de la dificultad
que implica trabajar en un ambiente donde hay tal riqueza de seres humanos,
tantas posiciones, tantas opiniones y tal diversidad de interese. Un ambiente,
además, donde las reglas del juego establecidas por un consenso cultural,
no legal, no dan autoridad ni permiten la toma de acuerdos y de decisiones en
función de criterios personales.
Esta forma de establecer una función directiva o de rectoría es diferente a aquellas que la experiencia profesional no académica me había permitido conocer. Se trata de una forma distinta de entender una institución que tiene sus ventajas y sus de sus desventajas.
Fue preciso entender las diferencias de dinámica, la dificultad de las relaciones, la lentitud de la concertación características de la Universidad por este tiempo. Fue preciso entenderlas y admitirlas conscientemente, para no recurrir a los procedimientos ilegítimos del autoritarismo y manipulación.
Me enriqueció conocer a un grupo de universitarios cuyos mayores compromisos profesionales son la Universidad y su proyecto, quienes han decidido que su vida es la Academia. Tienen una ética y practican unas normas de conducta autoimpuestas a partir de las cuales, conscientemente han excluido la posibilidad de buscar el enriquecimiento económico.
Esta condición de universitarios implica una entrega, la convicción en la trascendencia de su trabajo, lo único que la sostiene y protege es esta particular riqueza de los universitarios, su convicción y su celo. Aunque no compartan posiciones ni ideologías, ellos constituyen al contrapeso a la fragilidad de la Universidad.
Visto con un sentido positivo, yo diría que a las posiciones aparente o evidentemente contrarias que incomunican a los universitarios, les hace falta practicar el trabajo en conjunto. Constituyen un grupo, pero un grupo disperso, desintegrado, desestimulado, y se encuentran en una situación difícil para impulsar sus inquietudes sobre la vida académica.
Mimador enriquecimiento fue conocerlos, dialogar con ellos y haber ensayado el principio del diálogo.