RECTOR GENERAL
![]() |
Dr. Enrique Pablo Alfonso Fernández
Fassnacht
(1 de diciembre de 2009 - 7
de junio 2013)
Discurso de toma de posesión como Rector General
Es un gran honor para mi dirigir una institución con logros tan claros y significativos, alcanzados gracias al talento y dedicación de sus profesores y alumnos, y a la labor de sus órganos colegiados y personales, con apoyo de los trabajadores administrativos.
Tenemos de qué estar orgullosos: contamos con una gran variedad de programas docentes, de licenciatura y posgrado, reconocidos por su muy buena calidad por las instancias que el Estado ha creado para evaluarlos. Sus más de cien mil egresados están insertados en miles de rincones del país y del mundo, y cumplen con empeño sus funciones en beneficio de la sociedad.
Sus profesores han contribuido al conocimiento original sobre la naturaleza y la sociedad, y sus innovadoras aplicaciones son muy nutridas; todas ellas cubren amplios campos de las ciencias exactas, naturales y sociales, las ingenierías y las humanidades.
Debido a su calidad y originalidad, muchos de estos aportes han recibido reconocimiento nacional e internacional.
Propongo a todos los miembros de nuestra universidad que definamos el rumbo de nuestra institución para los próximos 20 años. Que tomemos como gran visión hacer de la UAM la mejor institución de educación superior del país. Una institución líder en docencia e investigación, y también líder de opinión en los temas de interés nacional.
Sin embargo, la plena realización de este gran proyecto que es la UAM requiere que sus integrantes recuperemos la concordia, que renovemos el espíritu fundacional de cuando, hace ya 35 años, emprendimos su construcción.
Ello es posible y ciertamente no partimos de cero. Contamos con cimientos firmes sobre los cuales consolidar el edificio institucional. Entre estos, sobresalen por su solidez, primero, el marco normativo, que es modelo en la nación y que establece las reglas que rigen nuestra actuación como universitarios, y segundo, -lo que es indispensable para una buena universidad- una planta académica consolidada, competente en sus saberes y diversificada en sus quehaceres.
La Universidad no es una isla; vivimos en un país con grandes carencias, al que tenemos la oportunidad de servir, el país tiene clara necesidad de lo que puede darle una muy buena universidad: educación superior de calidad para sus jóvenes; egresados formados con rigor científico y con sensibilidad ciudadana que contribuyan a elevar significativamente los niveles de pensamiento y de actuación.
Nuestro país requiere también de soluciones tecnológicas para mejorar la competitividad de sus sectores público, privado y social. Y requiere, hoy quizá más que nunca antes, orientación con sólido sustento científico sobre las grandes cuestiones nacionales, sobre la educación, la inequidad social, los recursos naturales y el desarrollo sustentable.
A todo ello puede y debe contribuir la Universidad Autónoma Metropolitana; de hecho ello mismo constituye la razón última de sus esfuerzos de superación.
Una universidad de calidad, debe ser fiel a los principios de libre discusión de las ideas y de rigor crítico en los juicios, pero no puede ser ajena a los vientos que soplan en el espacio global de la educación superior.
Debemos estar entonces atentos a la nueva orientación de las universidades en el mundo, tal como la que apunta el proyecto europeo “tuning”, que condensa las energías reformadoras desatadas por el proceso de Bolonia.
Para hacer efectivo el contacto con esta esfera internacional habremos de explotar la disponibilidad de fondos nacionales e internacionales para proyectos de colaboración inter-universitaria.
Aprovecho la oportunidad para extender la mano a todas las instituciones hermanas, muchos de cuyos representantes hoy nos acompañan. Apreciamos en mucho la colaboración con nuestros pares en el ámbito de la educación superior, colaboración que esperamos se intensifique para beneficio de todos.
Sin duda que para que nuestros esfuerzos fructifiquen tendremos que superar ingentes obstáculos, algunos internos y otros externos. Entre los primeros, tal vez el más preocupante es la extrema polarización de posiciones al interior de la universidad.
Sin embargo, estoy convencido que está en nuestras manos superar esta situación; la propia institución debe suministrar los espacios para contender racionalmente con las diferencias de pensamiento y opinión que se den en su seno. Es esencial al espíritu que debe animarnos, el cotejar las distintas visiones sobre la universidad. Nada más lejano de una universidad viva y saludable que la aparente unanimidad o la estéril uniformidad.
Con toda seguridad, el debate franco, civilizado y racional, y el escrupuloso respeto de las reglas que nosotros mismos nos hemos impuesto nos allanarán el camino.
Desde luego, como Rector General seré el primero en cumplir con dichas reglas y en propiciar tal debate.
Un punto donde emerge la falta de consenso, pese a los muchos avances ya logrados, es en la definición de la carrera académica y en su implementación para hacerla efectiva. No se trata de un problema de fácil resolución, aunque en búsqueda de ésta la UAM ha hecho contribuciones muy significativas en el ámbito nacional.
Sin embargo, la gran diversidad de modos de producción académica, que se da de manera natural en una universidad rica como la UAM, ha llevado a una carrera académica desdibujada en lo cualitativo.
Nuestro tabulador, que inclusive llegó a ser referente externo, ya no sirve a los propósitos de la institución; el punto de partida hacia adelanta bien puede ser el dictamen de la comisión correspondiente del Colegio Académico.
Un gran número de académicos se integraron a la UAM hace varios decenios, cunado ambos, institución y profesores, eran mucho más jóvenes.
Hoy, el natural paso del tiempo en lo individual se ha reflejado en un envejecimiento paralelo de la planta académica. Enhorabuena que podamos seguir contando con el talento, la dedicación y la experiencia de años de profesoras y profesores.
Pero con frecuencia la continuada permanencia de un académico en su puesto no se debe a una libre decisión, sino a la ausencia de un sistema de retiro digno. Además de significar un obstáculo para quienes quieran disfrutar de un descanso muy bien merecido, la falta de un sistema adecuado de jubilación dificulta la contratación de jóvenes, e impide la deseable renovación de la plantilla.
Continuaremos explorando las posibles avenidas de solución a este problema, aunque sabiendo que el financiamiento necesario obliga a buscar la participación de las instancias externas, gubernamentales, que apoyan nuestra institución.
Tenemos razones de sobra para sentir orgullo por la calidad de nuestros egresados, que ya suman legión. Pero ese justificado orgullo no nos ciega respecto a las dolencias de algunos de nuestros programas docentes: baja tasa de retención y de eficiencia Terminal, y largo tiempo promedio para culminar los estudios. A estos poco alentadores indicadores se suman la tendencia decreciente de la matrícula de algunas carreras –lo que nos debe obligar a reexaminar críticamente su pertinencia- así como las asimetrías en la calidad de algunos programas educativos de licenciatura y de posgrado.
Estoy consciente de los intensos esfuerzos que se han venido haciendo en las divisiones de la universidad para remontar estos obstáculos y ofrezco el apoyo del Rector General para que tales empeños se coronen felizmente.
Sin embargo, debemos advertir que muchas de las dificultades que enfrentan los estudiantes al ingresar a la educación superior no son exclusivas, ni mucho menos, de quienes acuden a nuestra universidad, sino que constituyen un fenómeno que refleja la problemática de la educación básica y media en el país.
La conciencia de estas deficiencias y las dificultades para superarlas llegan a afectar nuestra autoestima y hasta hacen que algunos pierdan los ánimos. Es por ello indispensable que, una vez convencidos racionalmente de la pertinencia de los programas que muestran alguna debilidad, establezcamos los medios y mecanismos para reclutar los alumnos, en cantidad y calidad, que tal pertinencia presupone.
Para potenciar nuestra capacidad académica, de modo de alcanzar cimas más altas en docencia, en investigación y en la difusión de la cultura, apoyaré las medidas que han mostrado eficacia para intensificar la colaboración entre las divisiones de cada unidad y entre unidades.
Además, propiciaré la búsqueda e implementación de nuevas medidas que se sumen a las que ya tengamos, siempre en estricto apego a la normatividad universitaria. Con el mismo objetivo en mente, deberemos trabajar en dos frentes más: en incrementar la hoy insuficiente participación universitaria de muchos académicos y en hacer más oportuna y efectiva la comunicación entre los miembros de los cuerpos académicos, áreas, departamentos y divisiones; en particular, buscaremos que todo miembro de la Universidad conozca sus principales aportaciones a la sociedad. Si, en efecto, la conciencia de nuestras debilidades es indispensable punto de partida para atacarlas, no es menos cierto que conocer y valorar nuestros logros es una paso necesario para desplegar la energía que requieren nuestros empeños.
Somos una institución pública y son los poderes públicos quienes canalizan, a nombre de la sociedad, la contribución financiera que ha conformado nuestro patrimonio y sostiene nuestras actividades. Es entonces nuestra obligación rendir cuentas del destino y utilización de los recursos que recibimos. Pero no sólo se trata de rendir cuentas en el sentido estrictamente contable del término; se trata, además, de informar a la sociedad de lo que hacemos.
La educación de buena calidad no es barata; como tampoco lo son la investigación de frontera y la difusión cultural de calidad. De hecho, nuestra labor será más ardua en la medida en que la sociedad desconozca la magnitud y el alcance de nuestros nada desdeñables logros, así como de nuestro gran potencial intelectual.
Para mantener una buena administración y buenos servicios, se deben tomar en debida cuenta las relaciones laborales y al Sindicato de la Universidad.
Las buenas relaciones con el Sindicato van a depender de la capacidad de la Universidad y de la propia organización sindical para mantener un diálogo basado en el respeto mutuo, en le consideración del papel que a cada parte le toca desempeñar y, sobre todo, partir de la convicción de que tenemos ambos un interés en común: nuestra Universidad.
Para poder reclutar a los mejores estudiantes y para obtener mayor financiamiento del Estado es indispensable difundir con mayor eficacia y amplitud la imagen de la Universidad en el exterior. La imagen de una universidad que se esfuerza por superar lo que ya ha alcanzado; de una universidad que difunde la cultura que atesora y que está comprometida con las mejores causas de la nación. Una imagen reforzada al hacer más activa la presencia de la UAM en el extranjero.
Parte importante de esta labor recae naturalmente en nuestros egresados, y en particular en quienes han alcanzado logros individuales de consideración. Por ello impulsaremos las acciones pertinentes para acercar más la Universidad a sus egresados.
No son pocos los obstáculos externos que enfrentamos. Entre ellos, la preocupante situación económica actual del país y las serias deficiencias de la educación básica y media nacional. La estrechez financiera estatal ha incrementado las presiones a la baja en los presupuestos de las universidades públicas, y el de la UAM no es excepción.
No sólo ofrezco desempeñarme como gestor de mayores recursos para nuestra institución, sino también como comunicador efectivo de sus necesidades y de sus contribuciones a la sociedad mexicana.
El incremento en las aportaciones externas a la universidad es necesario para atender los requerimientos de infraestructura, equipamiento y mantenimiento.
Pero también debemos buscar fuentes alternas que complementen el financiamiento tradicional y manejar con mayor eficiencia los recursos con que ya contamos. En estos rubros habré de dar especial atención a los requerimientos de las nuevas unidades de Cuajimalpa y de Lerma.
La defensa de la Universidad en el exterior no se circunscribe a las cuestiones económicas. También debemos contender con presiones para incrementar de forma indiscriminada la matrícula, con posiciones de injerencia que tienden a “dirigir” el quehacer universitario, como por ejemplo, la de improvisar el paso hacia formas de enseñanza, como la educación en línea, antes de haber sido debidamente procesadas académicamente. También debemos cuidar que los factores externos no interfieran en la dinámica interna de la institución.
Reitero mi propuesta de definir el rumbo de la UAM para los próximos decenios alrededor de una gran visión: hacer de la nuestra la mejor institución de educación superior del país.
De hecho la UAM cuenta ya con una estimable cultura de planeación. Como reflejo de la cual se establecen estrategias y metas institucionales que las unidades, divisiones, departamentos y áreas convierten en líneas de acción que sumadas con sinergia constituyen el impulso institucional.
La gran visión de la UAM, que propongo, deberá permear todos estos niveles con mayor enfoque y nuevas dosis de optimismo y sana ambición.
Para atender las cuestiones que he mencionado con brevedad me propongo trabaja a lo largo de líneas de trabajo agrupadas en los siguientes seis ejes estratégicos: docencia, investigación y posgrado, personal académico, preservación y difusión de la cultura, gestión institucional e infraestructura.
Como Rector General, ofrezco liderar este proceso con independencia de juicio, capacidad de escuchar, prudencia y firmeza.
El Rector General debe ser el primero en respetar nuestra legislación y nuestro máximo órgano colegiado. Debe abogar por esta universidad y por la educación pública. Debe apoyar a todos aquellos que laboran por la institución y que continúan los procesos de cambio que son necesarios para mantener su calidad y reputación. Debe representar los intereses de la universidad en los medios nacionales e internacionales.
Hoy retomo el proyecto de vida que inicié hace casi 35 años, ahora con mayor madurez y experiencia, pero con el mismo entusiasmo de entonces.
Me gustaría rendir tributo a dos personajes que ya no están con nosotros pero que han sido fundamentales para construir la UAM que vemos ahora. Me refiero a Fernando Salmerón y a Agustín Pérez Carrillo, quienes siempre pusieron el interés colectivo por encima del interés personal… En ellos habré de encontrar inspiración.
Agradezco a quienes me apoyaron en el reciente proceso sucesorio, no los defraudaré.
Y a quienes no me apoyaron, me empeñaré en convencerlos.
A quienes participaron como candidatos en el proceso, les ofrezco mi reconocimiento y consideración.
Agradezco a mi familia. A mi madre y mis hermanos. A Cesarina, mi compañera de muchos años, a lo largo de los cuales me ha dado todo su amor e impulso. También a mis hijos Ana Luisa, Enrique y Rodrigo, por su apoyo y por su amor.
Además, aquí, como parte de mi familia quiero agradecer a alguien que ha sido determinante en mi carrera profesional, mi mentor, mi amigo,...al profesor distinguido...a Fernando del Río.
Termino convocando a la comunidad universitaria a trabajar juntos y con ahínco hacia el logro de los objetivos que juntos fijaremos, pero sobre todo, con el orgullo de pertenecer a ésta, nuestra casa abierta al tiempo.
Diciembre 2009