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V. EVALUACION EN EL SISTEMA DE EDUCACION SUPERIOR

La Universidad Autónoma Metropolitana, como parte importante del sistema de educación superior del país, ha participado en los diferentes procesos de evaluación promovidos por la Secretaría de Educación Pública, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). En cada una de estas instancias hemos buscado proteger los intereses de la Institución y promover mecanismos que apoyen el desarrollo de la educación superior del país.

La Universidad cumplió los compromisos contraídos en la IX Reunión Extraordinaria de la Asamblea General de la ANUIES, celebrada en Tampico, Tamps. los días 12 y 13 de julio de 1990, mismos que quedaron contenidos en el documento "Propuestas de lineamientos para la Evaluación de la Educación Superior", en que se menciona que el proceso de evaluación iniciaría en forma conjunta, en todas las instituciones.

La Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA) solicitó a las instituciones miembros de ANUIES, un primer reporte de indicadores sobre su estructura académica que se entregaría, para su evaluación, a dictaminadores externos. En nuestro caso el documento institucional lo elaboró la Dirección de Planeación y Desarrollo Institucional y quisiera llamar la atención sobre el hecho de que el resultado de la evaluación fue altamente satisfactorio. En el documento correspondiente, titulado "Análisis del reporte de evaluación de la Universidad Autónoma Metropolitana", aparecen opiniones tales como "...la UAM es, sin duda, una de las mejores instituciones de educación superior del país", y se afirma expresamente que se considera que "la UAM es una institución de excelencia en el contexto mexicano...".

Deseo mencionar lo anterior porque con motivo del proceso de evaluación al que se vieron sometidos los posgrados de nuestra Universidad que solicitaron apoyo del CONACYT, se produjo una situación de desacuerdo que en un principio provocó reacciones encontradas entre las diferentes instancias y miembros de nuestra comunidad.

Pero vista la situación de la Institución en su conjunto, y a partir de ambas evaluaciones, nos parece que el balance es positivo. En efecto, si algo se puede concluir es que contamos con una estructura eficaz que nos permitirá avanzar en el mejoramiento de nuestros programas académicos.

Esta situación era de esperarse a la luz de los criterios del CONACYT que ponían énfasis en una estrategia radicalmente distinta a la existente hasta ese momento, que exigía una definición académica fuerte a los programas de maestría y doctorado.

Conocemos el argumento de que ya no debía continuar el subsidio a los posgrados que durante años habían prometido mejorar y no lo hacían. Empero, ese no era el caso de los nuestros, en particular de aquellos de relativamente creciente creación y otros que se vieron sometidos a criterios de evaluación que, a nuestro juicio, iban dirigidos hacia posgrados con otro perfil. En conversaciones ulteriores con el CONACYT sostuvimos el argumento de la importancia de que intercambiase, oportunamente, opiniones con las universidades. Esto ya ha sucedido y esperamos que las pláticas que sostuvimos en 1991, continúen y se pueda profundizar en un conocimiento más preciso de nuestros posgrados así como en la manera idónea de conseguir que todos obtengan el respaldo necesario para alcanzar la excelencia académica que todos buscamos.

Por otra parte, para la evaluación institucional, se dio una entrevista de los Rectores de Unidad y Directores de División con los miembros de los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (Comités de Pares), creados por la CONAEVA para profundizar en el proceso de evaluación de las instituciones de educación superior, donde se expusieron abiertamente nuestros puntos de vista y donde quedó establecido con toda claridad que la Universidad, en tanto que Institución autónoma, ha decidido colaborar con esa evaluación, pero que considera que el sentido de la misma no puede ser sino propositivo y participativo para que, en todo momento, produzca resultados y recomendaciones constructivas.

No se trata de generar procesos de evaluación a la medida de lo que tenemos y que arrojen invariablemente resultados satisfactorios. Lo que necesitamos son procesos de evaluación de carácter eminentemente cualitativo que nos permitan diagnosticar los cuellos de botella en nuestros planes y programas académicos y generar políticas idóneas de mejoramiento de los mismos.

En el debate sobre la evaluación estamos ante el tema de la responsabilidad social de la Universidad, pues la sociedad nos ha conferido la misión de formar estudiantes y por ello la autocomplacencia no tiene cabida en nuestra Institución. En este sentido, la universidad pública debe defender que todo proceso de evaluación esté orientado constructivamente en la dirección del objetivo de formar mejores profesionistas y de cuidar celosamente los recursos que la sociedad le ha confiado.

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