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III. EL DESARROLLO DE LA UAM
El desarrollo de la Universidad Autónoma Metropolitana tiene mejores bases de sustentación. Empero, advierto que aún habremos de trabajar arduamente para consolidar los consensos que nos permitan proyectar de lleno a nuestra Casa de Estudios en los umbrales del siglo XXI.
Las presiones externas a que se ha visto sometida la Universidad en los años recientes derivan de los procesos de cambio que han experimentado el país y el mundo en los últimos años. El paso de una economía cerrada y proteccionista a otra abierta y competitiva ha traído alteraciones estructurales que se manifiestan en actitudes novedosas ante los problemas tradicionales propios de una sociedad en transformación.
El modelo de desarrollo busca el camino para liberarse de la especulación y de la inflación y fincar el crecimiento sobre bases productivas vinculadas con procesos de administración y organización del trabajo no sólo más eficientes sino que exigen una participación activa del hombre en los distintos niveles de la organización del trabajo. Asimismo, el crecimiento contemporáneo llama a una colaboración estrecha del sector productivo con la ciencia y la tecnología, en una escala sin precedentes en nuestro país.
Todo este proceso tiene consecuencias imprevistas para nuestra sociedad. El reto que enfrenta esta Casa Abierta al Tiempo es el de conciliar sus principios originales con este abigarrado conjunto de modificaciones. Sólo habremos de tener éxito si somos capaces de comprometernos resueltamente con la misión de vincularnos activamente, críticamente, propositivamente, con los problemas que enfrenta el país. Si logramos colaborar en su identificación y solución directamente, a través de nuestros profesores investigadores e indirectamente, a través de nuestros egresados, estaremos cumpliendo con nuestra misión histórica.
Tenemos la responsabilidad de formar profesionistas capaces de mirar hacia adelante y prever las consecuencias de nuestras acciones a la luz de los escenarios en los que se pueda reflejar el México del mañana, cuyas estructuras se están fraguando el día de hoy. Profesionistas que deberán estar preparados para desenvolverse en una sociedad global más abierta y comunicada en todos sentidos: más expuesta a los mercados y culturas del mundo, más democrática y participativa; en cierto sentido más grande y cosmopolita y, en otro, más pequeña, la aldea planetaria.
Por ello, aunque el cúmulo de exigencias de mejoramiento que nos hemos autoimpuesto pudieran parecernos excesivas, están plenamente justificadas a la luz de esta misión fundamental de servir a la sociedad mexicana.
Debemos poner a su disposición, insisto, cada vez más, mejores profesionistas, profesores, investigadores y humanistas. Ellos deberán promover un desarrollo más eficiente y justo. Cualitativamente diferente al de nuestro pasado y al de otras sociedades, en tanto que expresión de nuestra cultura y valores, combinados con el gran impulso científico, tecnológico y político de nuestros días.
La investigación y la docencia tienen en nuestro modelo una unidad dinámica. Son parte de la personalidad de esta Universidad desde su fundación. El proceso de enseñanza aprendizaje en el que intervienen profesores que al mismo tiempo realizan investigación, está dirigido a formar alumnos acostumbrados al rigor de la investigación, a la formulación de problemas y a buscar con tenacidad la manera de resolverlos. Esto, a su vez, debe transmitir al estudiante una manera de hacer las cosas que, en su momento, habrá de tener un impacto específico en la sociedad al convertirse en portadores de los valores científicos y humanistas adquiridos en nuestras aulas y laboratorios, en los órganos colegiados y en los cubículos y espacios culturales.
En el futuro, el equilibrio y desarrollo acompasado de la investigación y la docencia habrán de tener como guía los objetivos que la comunidad universitaria se fije como la misión de la Institución para la próxima década.
La investigación que realizamos tiene múltiples variantes. La hay que se realiza en equipo y la que es producto de la reflexión y el trabajo solitario. La que requiere de complejas y costosas instalaciones para su realización, y a la que le bastan una buena biblioteca, papel y lápiz. Hay investigación de avanzada, de "ligas mayores" como expresara en su oportunidad uno de nuestros profesores distinguidos, y otra que se desenvuelve modestamente en etapas de reconstrucción lógica o de repetición experimental. Encontramos investigaciones cuyos resultados se encuentran en gruesos volúmenes y otras a las que les bastan unas cuantas páginas en una buena revista para comunicar sus hallazgos; algunas están vinculadas a las actividades docentes de los profesores, otras todavía no encuentran en la docencia una salida para el intercambio de experiencias y la recolección de puntos de vista frescos. La diversidad es pues, un signo de la producción y la reproducción del conocimiento tal y como lo practicamos en nuestra Institución.
Independientemente de la calidad de la misma, cosa que corresponde juzgar a cada comunidad académica en particular, deseamos mencionar que nos satisface que su desarrollo se produce en condiciones de la más irrestricta libertad y respetando las perspectivas teóricas, metodológicas e ideológicas de sus autores.
Esta manera de proceder ha tenido efectos positivos en diferentes ámbitos del quehacer universitario. En primer término, por su impacto directo sobre la calidad de la docencia que impartimos, sea en el curso tradicional o en el módulo. Cumplimos, así, con nuestra misión de formar a los estudiantes en la solución de problemas urgentes dentro de las diferentes disciplinas.
Por otra parte, la investigación nos ha llevado a multiplicar los puntos de vinculación con nuestro entorno y, en ocasiones, además del servicio natural que prestan a la sociedad, nuestros investigadores han encontrado una mayor comprensión a sus tareas y han podido allegarse valiosos recursos externos. En 1991, las investigaciones realizadas mediante convenios patrocinados proporcionaron recursos que rebasaron los catorce mil millones de pesos, lo que representa un setenta y cinco por ciento más que el año anterior.
Desde esta perspectiva los logros alcanzados son impresionantes, pero, a la vez, parecen todavía limitados en su desarrollo potencial. Sin embargo, creemos que vamos por buen camino, que no se puede forzar la marcha de los procesos intelectuales e institucionales, y que, en su momento, esta capacidad que hemos descubierto de hacer bien las cosas y de obtener recursos adicionales para ello, habrá de alcanzar alturas insospechadas.
Un indicador, todavía imperfecto, pero que da cuenta de ciertas tendencias sobre la calidad de nuestros académicos, es su pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores. Así, podemos constatar que conforme avanza la maduración de nuestro cuerpo académico, crece el número de sus miembros que forman parte de ese sistema. Así, en 1991 llegaron a 319 nuestros maestros en el Sistema Nacional de Investigadores, cifra relevante pues representa siete veces el número original al momento de su creación en 1984.
Es nuestro propósito proporcionar los elementos para mejorar las condiciones del trabajo académico que permitan que nuestros maestros continúen en el SNI y que su número se incremente. Toca a los profesores realizar el esfuerzo correspondiente, aprovechar los recursos que la Universidad pone a su disposición y proporcionar nuevas ideas para el mejoramiento del ambiente académico.
El compromiso de la Universidad con la sociedad tiene en la investigación una de sus más importantes responsabilidades. Ella tiene un papel central en la generación de conocimientos y habilidades necesarias para garantizar la viabilidad del país en los próximos años. Debemos redoblar nuestros esfuerzos y hacer más eficientes nuestras labores para dar un mejor cumplimiento a este desafío.
Revisar y apoyar la calidad de la docencia está íntimamente relacionado con la dinámica de la matrícula universitaria y la atención a la demanda de estudios superiores por parte de la sociedad. El instrumento primario que regula esta relación es el examen de admisión. Este elemento, con sus virtudes y defectos, hasta ahora se mostró útil para guiar los primeros pasos del proceso de organización de la matrícula.
La Unidad Azcapotzalco llegó desde 1988 a contar con 15,000 alumnos, que es el tope fijado por este Colegio Académico para cada una de las unidades, Iztapalapa está a punto de arribar a dicha cifra y Xochimilco la alcanzar en los próximos años. Porcentualmente, la población estudiantil de licenciatura se dividió en un 13% para Ciencias y Artes para el Diseño, 40% para Ciencias Sociales y Humanidades, 20% para Ciencias Biológicas y de la Salud y 27% para Ciencias Básicas e Ingeniería.
Se volvió urgente revisar la función del examen para aumentar su eficiencia como instrumento de selección de los estudiantes que con mayor éxito pudieran transitar por los diversos planes que ofrece la Universidad.
Por ello, y a semejanza de lo hecho para atender otras problemáticas generales de la Institución, integré una Comisión con nueve académicos, uno por División, coordinados por la Dirección de Sistemas Escolares, para que definiesen la estructura, operación y evaluación del examen de admisión.
En septiembre entregaron el Proyecto de un Sistema de Admisión y Seguimiento (SAS), que ya está en funcionamiento y que pretende lograr que los resultados obtenidos en el proceso de selección sean predictivos de un adecuado desarrollo escolar.
En el otro extremo, continuó el flujo de alumnos de licenciatura titulados que en 1991 fueron 3,190. Con esta cifra rebasamos el número de 25 mil en los 17 años de vida de la Universidad.
En lo relativo a la población estudiantil en posgrado, el número de egresados (alumnos a quienes se ha expedido su certificado total de estudios, quedando pendiente la expedición del título) es aún modesto, apenas de es de 74, pero corresponde a una matrícula total reducida (866), siendo ésta un área en la que todavía falta mucho por hacer, sobre todo en la dirección de consolidar una población estudiantil mucho mayor que la actual.
Es necesario promover más mecanismos de apoyo y de mejor calidad para nuestros estudiantes. Aquellos se limitan a ciertas áreas como la biblioteca, comedores, fotocopiado, librería, salas de cómputo, actividades culturales y deportivas, estacionamientos, etc. Sin embargo, tanto su calidad como su radio de acción pueden mejorarse, para lo cual habremos de estudiar distintas maneras de operar. También debe contemplarse un seguimiento de su desarrollo, así como la creación de una instancia de atención a asuntos estudiantiles. En el mismo sentido, es importante promover mecanismos de vinculación con los egresados.
El año de 1991 significó, asimismo, un cambio en materia de difusión cultural. Básicamente, se ha puesto el énfasis en la organización de estas actividades en las unidades, en su interior y en las áreas urbanas bajo su influencia. Así, hemos visto multiplicarse las actividades artísticas, culturales, educativas y científicas de la más variada índole, dirigidas a públicos internos y externos. En correspondencia, podemos estar seguros de que entre los vecinos de las unidades se ha reforzado el sentimiento de que la Universidad Autónoma Metropolitana es parte de su hábitat.
El conjunto de actividades a las que se dedicaba la Dirección de Difusión Cultural se ha visto reducido, pero se ha puesto énfasis en la especialización de los lugares con que contamos. Así, la Casa de la Paz será definitivamente un espacio dedicado al teatro, y la Galería Metropolitana un ámbito para la exposición de pintura, escultura y artes plásticas. En lo que toca a la revista Casa del Tempo, se reafirma como una publicación dedicada a la literatura y a la poesía en sus múltiples expresiones, así como a la expresión gráfica.